jueves, 23 de enero de 2014

Historias del Taxidermista


Lluís Soler Pujol en el parque de la Ciutadella
con una cabra disecada
El pasado 28 de noviembre, Núria Viladevall y Eduard Palaus (bisnietos del taxidermista de la Plaza Real) dieron una conferencia acerca del negocio familiar. Desgraciadamente, no pude asistir y me supo mal perdérmela ya que estaba segura que allí se iba a hablar de muchas cosas que me interesan. Por eso me puse en contacto con los responsables de la Fundació Setba (encargados de la organización del acto y de la exposición sobre el taxidermista), les propuse una entrevista con ellos y, al cabo de unos días, concertamos la cita.

El día convenido, Núria apareció acompañada de su marido (Joan), su tío Ignasi (hijo de Anna Soler y Josep Palaus, que regentaron la tienda tras morir el fundador del negocio) y el hijo de Ignasi, Eduard. Todos ellos estuvieron muy vinculados al negocio. Especialmente, Ignasi y Eduard que trabajaron en el taller ejerciendo el oficio de la taxidermia.

Tras las presentaciones de rigor, me llevaron a un lugar del que no puedo revelar su ubicación aunque sí pude tomar unas cuantas fotos para ilustrar este post. Por lo que pido a los lectores que, en caso de saber donde se encuentra, sean discretos y lo mantengan en secreto. Al llegar, encontré una jaula de grandes dimensiones en cuyo interior se conservan algunos de los animales disecados por la familia Palaus. Un tesoro escondido en plena ciudad. Luego, nos dirigimos al restaurante ubicado en la Plaza Real, 8, última residencia del Taxidermista que, como último vestigio de lo que fue, conserva el rótulo exterior: “Museo pedagógico de ciencias naturales”.







En el tiempo que duró la entrevista me contaron infinidad de anécdotas interesantes.  Entre ellas, que en casa solían cocinar los animales que les traían para disecar.Cada lunes llegaban cazadores a la tienda cargados con sus trofeos del fin de semana: zorros, perdices, conejos… En fin, unos clientes perfectos para la familia Palaus



Roser.- ¿Me podéis contar cómo empezó la historia del Taxidermista?

Núria.-Todo empezó con mi bisabuelo, Lluís Soler. Él abrió el negocio en un local de la calle Rauric, 16-18. Luego se trasladó a la Plaza Real, 10, aprovechando un verano en que mi bisabuela Carmen estaba con sus hijos en la casa de La Roca. Se mudó allí por ser un lugar más espacioso aunque tampoco fue el definitivo. Esa nueva tienda era mucho más grande. Tenía 10 escaparates y allí los gorilas de la calle Raurich cabían a la perfección. De hecho, uno de los motivos por los que tuvo que cambiarse de local era porque en el antiguo los gorilas no cabían bien. La gente se agolpaba de tal modo frente al escaparate que llegaba a impedir el paso por la calle Ferran y mi bisabuelo recibió varias quejas al respecto.






Roser.- ¿Y luego que pasó?

Núria.- Lluís Soler murió joven, a los 50 años y dejaba a su mujer viuda con su hija Anna, que era la mayor. Luego, Anna se casó con Josep Palaus y tuvieron varios hijos. Uno es mi tío Ignasi, que está aquí con nosotros.

Roser.- Ahora que me habláis de Josep Palaus, elfue el responsable que hacer célebre la tienda…

Núria.-Era de Granollers y trabajaba de jardinero. Conoció a mi abuela tras ser contratado para  arreglar el jardín de la casa que Lluís Soler había comprado en La Roca.Se enamoraron y eso no gustó mucho a mi bisabuela. Ella pertenecía a una familia de la burguesía catalana, los Boix i Raspall, y no veía con buenos ojos que su hija tuviera un novio de provincias, por muy guapo que fuera el muchacho. ¡Qué lo era!

Roser.- Pero al final se casaron…

Núria.-Pero cuando Lluís Soler ya estaba muerto. Josep Palaus no llegó a conocer a su suegro. Él apareció cuando mi bisabuela Carmen y su hija Anna se encargaban del negocio, poco después de la muerte de Lluís. Mi abuelo Josep fue el gran impulsador del negocio. Tenía una visión mucho más comercial mientras que Lluís Soler ejercía más de científico naturalista.

Josep Palaus con un trabajador, en la tienda de la Pl Real, 8

Felicitación de Navidad del Taxidermista, 1964

Roser.- Hay muchas cosas por las que siento curiosidad y una de ellas es la procedencia de los animales que disecabais. Porque había de todo…

Eduard.- Muchos los traían cazadores. Recuerdo que los lunes y los martes eran los días de más trabajo. Venían con sacos llenos con la caza del fin de semana. Otras veces nos traían animales atropellados en accidentes de tráfico. Incluso, en ocasiones, aún estaban vivos. Luego estaban los animales del zoo que, tras morir, nos los mandaban para disecar. Mi abuelo y el director del zoo de Barcelona eran íntimos amigos, por lo que todo animal que moría allí pasaba por nuestro local.

Roser.- En la exposición de la Fundació Setba hay una noticia sobre la muerte de una elefanta del zoo llamada Perla. Tengo entendido que había sido un regalo del zoo de Berlín al de Barcelona en los años 40.

Núria.-Perla murió en la época del abuelo Josep.

Ignasi.- En ese tiempo murieron tres elefantes del zoo pero sólo disecamos a uno aunque los descarnamos a los tres. Fue un trabajo durísimo. Para sacarle la piel tuvimos que hacerlo entre seis personas. Al final, cuando acabamos el trabajo, lo tuvimos expuesto en este último local.

Núria.- Aquí cabía bien porque el local era el doble de grande de lo que ahora es el restaurante. Luego, cuando Bohigas y Mª Aurelia Capmany se instalaron en la finca perdimos tres escaparates por unas obras de reformas que se tuvieron que hacer.




Roser.-Sé que no os gustaba disecar animales domésticos y que incluso elevabais el precio por el trabajo a realizar, como medida de persuasión.

Eduard.- Así es. Además siempre me tocaban a mí, supongo que por ser el más joven. Muchas veces me traían tortugas que llevaban tiempo muertas sin que el dueño se hubiera percatado. Yo de eso no me enteraba hasta que abría al animal. El olor nauseabundo que despedía era indicativo que tiempo que llevaba muerto. Por tanto, cuando venían con una tortuga jamás sabías si estaba fresca o bien llevaba ya unos meses seca.

Ignasi.- Y cuando eran frescas tampoco era muy agradable porque al abrirlas la carne se movía… ¡Parecían vivas!

Eduard.- La gente nos traía de todo. Cosas que ahora serían impensables, como buitres, águilas o búhos. Incluso a veces hasta nos los traían vivos para que los matáramos e hiciéramos una buena figura disecada. Eso nos parecía terrible. Nosotros no somos asesinos. Nuestro trabajo era siempre con animales ya fallecidos. Entonces, cuando venía gente de ese tipo nos quedábamos el animal y lo liberábamos sin que el cliente se enterara. Luego, le hacíamos entrega de otro igual pero que hubiera llegado muerto a la tienda y que guardábamos en las neveras.

Roser.-Perdonadme la comparación pero es que me parece tan salvaje como si uno se llevara a la funeraria el ligue de la noche anterior para que se lo mataran, embalsamaran y poderlo conservar en el salón. 

Eduard.- Sería algo así.

Núria.- Cuando yo era pequeña, los lunes al salir del colegio veníamos a recoger a mi madre, que trabajaba aquí y la esperábamos hasta las ocho, que era la hora de cerrar. Pues desde que llegábamos hasta que nos íbamos a casa no dejábamos de oír los llantos de la gente que venía con el periquito muerto para disecar.

Roser.- Y ese gorila enorme, de la época de Lluís Soler, que llevaba una negra bajo el brazo… ¿Era real?

Núria.- No, estaba hecha de cera pero al final la tuvieron que retirar por las quejas que recibieron. No era como el negro de Darder.



Roser.- Por cierto… Supongo que sabéis como acabó la historia del negro de Banyoles tras su entierro fastuoso en África…

Núria.- Sí… Desgraciadamente ahora es un vertedero.

Roser.- Exacto. Está en un parque público, medio abandonado, donde los chavales del barrio juegan al futbol y usan la tumba como banderín de córner.

Núria.- Una pena. Casi tenía más honor expuesto en el museo que enterrado entre basura, que es como está ahora.

Roser.- Volviendo al gorila… Había más de uno en la tienda. ¿Eran familia?

Núria.- Eran tres. El macho, la hembra y una cría pero no estoy segura que fueran familia. Por lo que sé los trajo Lluís Soler. Se los vendió un belga y el bisabuelo los instaló en el local de la calle Raurich. Dicen que la gente alucinaba viéndolos expuestos.



Roser.- También he oído decir que en los años 30 incluso hubo una ballena que desapareció durante la Guerra Civil.

Núria.- No lo recuerdo pero en esa época  mi abuelo estaba en la cárcel y los empleados fueron los que encargaban de la tienda. Por eso hay cosas que la gente recuerda y nosotros no. Incluso nos han dicho que había una sirena y nosotros no teníamos ni idea.

Eduard.- Un día conocí a un señor que, al saber que yo era el hijo del taxidermista, me contó que había escrito un libro en el que se habla de nuestra tienda y que, en uno de los capítulos, aparece la sirena. Me dijo que la recordaba perfectamente porque su madre le llevaba a verla cada día.

Roser.- Eso que dice Eduard me hace pensar en que se ha escrito mucho sobre el taxidermista.

Ignasi.- Permanyer nos dedicó un artículo precioso en La Vanguardia cuando decidimos acabar con el negocio.

Roser.- Sí, lo he leído.



Núria.-Con ese artículo mi madre y yo hemos llorado mucho. En el  Ara hay una periodista, especialista en historia natural, que es un encanto de mujer y nos hizo un reportaje magnífico. Cuando acabó nos dijo que se hubiera estado tres horas más hablando con nosotros.

Roser.- En eso estoy de acuerdo con ella. Yo también me pasaría horas escuchando historias sobre el taxidermista. Pero aparte de periodistas que han escrito sobre vosotros también pienso en tantos fotógrafos famosos que han pasado por aquí.

Ignasi.- Con los años hemos tenido relación con muchos de ellos. Con Xavier Miserachs teníamos mucha amistad.

Roser.- Hay una foto muy famosa de Català-Roca con Miró observando el escaparate que, por cierto, era vecino del barrio. Esa foto la tenéis expuesta en la Fundació Setba.


Ignasi.- También hay fotos de Colita, Oriol Maspons, Joan Fontcuberta, Toni Catany

Núria.- Por cierto que de Fontcuberta no hemos recuperado ninguna foto.

Roser.- ¿Y esa historia de que Mario Cabré vino con una cabeza de toro para regalar a Ava Gardner?

Núria.-No fue la cabeza sino la oreja.

Roser.- Pues en todas partes aparece como que era la cabeza.

Ignasi.- A veces sí que venían toreros para hacernos disecar cabezas de toro pero en el caso de Mario 
Cabré fue la oreja. También se dice que estuvo en la tienda con Ava Gardner pero yo no recuerdo haberla visto.

Roser.- Pero podría ser cierto porque a ella le gustaba mucho salir de marcha por este barrio. Xavier Theros, en su libro La sisena flota a Barcelona, cuenta un montón de historias de la Gardner con los marineros americanos que llegaban a la ciudad.

La Vanguardia, 03/07/1988
Ignasi.- Aquí también filmaron películas. Una fue con Marta Torrent. ¡Una actriz guapísima! Años después, a principios de los 90, Francesc Bellmunt filmó Rateta, rateta en el sótano. En cambio, la de Marta Torrent fue por toda la tienda.

Núria.- También construimos un caballo para una obra de teatro de Silvia Munt. La particularidad era que tenía que ser como un sofá porque, en la obra, el caballo era un sofá.

Ignasi.- Incluso hay fotos de Silvia Munt en la tienda, con el caballo sofá.

Núria.-Yo me acuerdo de un reportaje de TV3, titulado Botigues i botiguers donde se habla del Taxidermista. Aquí salen los cuatro hermanos: Ignasi, mi madre, Frederic y Xavier, aunque  Xavier se dedicó poco a la tienda. Básicamente era fotógrafo de zoología.

Eduard.-También venía por aquí Sergio Caballero. Es uno de los tres organizadores del Sónar. Entraba y se quedaba un montón de tiempo observándolo todo con mucha curiosidad. Se nota que le gusta la taxidermia. Porque, si te fijas, en muchos de los carteles del Sónar aparecen animales disecados.

Sónar 1999
Roser.- Ahora que lo dices me acuerdo de uno en que había un perro con ruedas en las patas. Y una cosa de la que aún no hemos hablado es de los clientes famosos que se pasaban por aquí. Dicen que Dalí era un fijo del local que, a parte de la cría de rinoceronte, os encargó 100.000 hormigas…

Ignasi.- Eso técnicamente es imposible de hacer y no recuerdo bien como fue la cosa. De lo que sí me acuerdo es de todo el espectáculo con el rinoceronte, que lo sacamos de la tienda y se fotografió subido al animal.

Roser.-Esa foto es de Postius.

La Vanguardia, 24/01/1989
Ignasi.- También hay otra foto de Dalí con unos cuernos de búfalo.

Roser.-Antes la he visto en el interior del restaurante.

Ignasi.-Él solía pasar por la tienda un par de veces al año y lo recuerdo como una persona normal y corriente. Lo que ocurre es que, cuando tenía público a su alrededor,cambiaba totalmente y se transformaba en el personaje que se había creado.

Núria.- Bueno... Era muy mal pagador... Hasta se quedó un esqueleto de gorila que no pagó jamás.

Roser.-Al final, tras más de cien años al frente del negocio acabasteis cerrando en 1992, el año de los Juegos Olímpicos. ¿Por qué decidisteis acabar con el taxidermista?

Ignasi.- Pues porque la taxidermia ya había muerto en Barcelona. Además, en esa época, la Plaza Real estaba muy degradada y la gente no quería ni acercarse.

Núria.- ¿Recuerdas la foto de Pepe Encinas en la que hay una punky mirando el aparador?

Roser.- Sí, es magnífica y muy descriptiva de lo que era la Plaza Real en ese momento.

Fotografía: Pepe Encinas
Núria.- Imagínate como estaba todo esto que salir para ir a la tienda de al lado a cambiar un billete de 1.000 era todo un peligro. Lo normal es que nos lo robaran por el camino.

Ignasi.- Yo vi morir una persona y otros tantos dramas en la Plaza Real, con gente pinchándose sin ningún reparo.

Núria.- Una vez, por la Mercè, instalamos un  aparador precioso con piezas de una exposición que hubo en Ginebra. Cuando llegamos por la mañana, para abrir la tienda,nos encontramos con el cristal destrozado y con todas las piezas esparcidas por el interior de la caseta de las obras de Oriol Bohigas. Fue entonces cuando vi a un hombre que estaba vendiendo, a un turista, un cristal de cuarzo que procedía de nuestra tienda. Me acerqué a él y le dije… “¿De dónde ha sacado esto?”. Él se asustó, echó a correr y yo fui tras él por todo Escudillers. Luego, mi marido me pegó la gran bronca por haber cometido tal osadía. Pero la rabia que sentía en ese momento me impidió actuar de otra manera.

Ignasi.- Esa noche todo lo que nos robaron fue a parar a la caseta de las obras de Bohigas, que estaba aquí, en medio de la plaza, frente a nuestra tienda. Suerte que nos dimos cuenta y pudimos recuperar algunas cosas.

Roser.-Tras cerrar este local sé que abristeis una tienda más pequeña en el barrio de Sant Andreu. Incluso hace unos años Ignacio Vidal-Folch escribió un artículo sobre ella en “El País”.

Núria.-Eso fue porque, cuando dejamos esta tienda, mi madre no se podía imaginar estar sin ella. En esa época, mi padre disponía de un local en la Plaza de las Palmeras donde tenía su laboratorio de química. Luego se llevó la fabricación de ojos de cristal, lo que quedaba de la colección de mariposas y algunos clientes.

Roser.- ¿Y qué hicisteis con la colección?

Núria.- La de mariposas fue deshecha por completo.

Roser.- ¿Y los animales? ¿Los vendisteis?

Núria.-Sí, todos. El oso del Pirineo está en Dijon, la gorila hembra y la cría están en Japón y el macho me lo han ofrecido.

Roser.- ¿Te lo quieren vender?

Núria.- ¡Sí! Ha dado la vuelta por toda España y ahora lo venden. Está en Valencia o Alicante.

Roser.- ¿Y el rinoceronte de Dalí?

Núria.-Está en el museo de Onda con otros animales de nuestra tienda, aunque ahora está provisionalmente en la Fundació Setba para la exposición.

Ignasi.- Todos los animales que morían en el zoo de Barcelona los disecábamos aquí y luego se los quedaba el Museo de Onda. Era un acuerdo que teníamos.


Roser.-Tras pasar todo este tiempo con vosotros veo que sois unos apasionados de la naturaleza y de vuestro oficio.

Núria.-Actualmente la taxidermia está mal vista. Especialmente en Barcelona. En cambio, hay lugares donde aún quedan taxidermistas, como en Lleida. Yo reivindico este oficio porque surgió como un motivo científico. Hace unos días hable con Deyrolle, el taxidermista que aún sigue en París, y me contaba la satisfacción que le producía conseguir que una persona ciega pudiera tocar un tigre. ¿De qué otra forma puede ver un ciego un animal si no es tocándolo?

Eduard.- Piensa que ahora tenemos medios para conocer todo tipo de animales pero a principios del siglo XX era impensable ver un canguro en la ciudad. Imagínate lo que debería alucinar la gente viendo cosas como estas.

Núria.-Supongo que en esa época el escaparate de nuestra tienda debería ser el National Geographic de la época.

Roser.- Y ya para terminar, hay una cosa que aún no me habéis contado y es cómo se inició vuestra relación con la Fundació Setba y cómo surgió la idea de realizar esta exposición.

Núria.- La idea surgió de la gente de la Fundació Setba con el proyecto La memoria de la Plaza que pretendía recuperar la memoria del lugar con la ayuda de vecinos y establecimientos emblemáticos. Cristina Sampere, la directora de Proyectos Culturales, se puso en contacto con nosotros y nos propuso la exposición, cosa que nos hizo mucha ilusión. Además, incluso han hecho un documental que se proyectará el 30 de enero en los cines Maldá y en el que espero que nos volvamos a ver.

Roser.- Descuida, así será. No me lo perderé.

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* Material gráfico utilizado en el post procedente de la familia Palaus

martes, 14 de enero de 2014

La visita a Barcelona de Buffallo Bill con indios y vaqueros


William Frederick Cody. Coronel del ejército norteamericano, explorador y hábil cazador de búfalos que sirvieron de alimento de los trabajadores del ferrocarril. Concretamente, de los obreros que se encargaban de la construcción del Kansas Pacific Railway. De hecho, en el tiempo de diez meses, esos hombres llegaron a ingerir más de 4.000 búfalos gracias al avituallamiento de Will Cody, razón por la cual consiguió una medalla de Honor y se ganó el sobrenombre de Buffalo Bill.

De él se dice que, a los 13 años, se alistó en el ejército americano como miembro no oficial de los exploradores para guiar a los soldados hacia Utah. Luego, continuó como soldado de la Unión realizando incursiones en territorio indio hasta que se retiró y emprendió una nueva faceta laboral. Fue entonces cuando montó un circo con indios, cowboys y búfalos con el que recorrió los Estados Unidos y parte de Europa con su espectáculo Buffalo Bill’s Far West. Con él visitó Londres, triunfó en la Exposición Universal de París de 1889 y, seguidamente, recaló en Barcelona para quedarse durante cinco semanas.

Buffalo Bill llegó a la ciudad 18 de diciembre de 1889. Ese día, desembarcaba del vapor “Palma” acompañado de todo su séquito. Según La Época”, con él iban “200 pieles rojas y otros tantos vaqueros, mejicanos y 200 animales, entre caballos, búfalos y bisontes”. Luego, dio una multitudinaria rueda de prensa (rodeado de indios y vaqueros) bajo el monumento a Colón.

Dibujo de Pau Febrés, 1889 sobre la llegada de Buffalo Bill a Barcelona

La Vanguardia, 22/12/1889

Entonces Cody era toda una estrella al estilo de las de Hollywood, amante de la fama y el lujo que se dejaba adular por las grandes personalidades del momento y, como el Super Star que era, siempre se alojaba en los mejores hoteles de los lugares que visitaba. Por eso en Barcelona se hospedó en el Cuatro Naciones (en La Rambla). En cambio, el alojamiento del resto de la compañía era mucho más austero. Mientras los cowboys se instalaban en campamentos erigidos específicamente para ellos, los indios lo hacían a parte, separados de los primeros, para evitar enfrentamientos entre ellos. Sobre los indios, “La Iberia” (22/12/89) decía que no se les permitía salir de las tiendas a no ser que fueran acompañados de otras personas de la compañía que los pudieran controlar “pues son temibles y cometen toda clases de desmanes al llegar a probar bebidas alcohólicas”.

El campamento de los indios en pleno Eixample de Barcelona.
Foto: A. Carbonell i Fita (Arxiu fotogràfic del CEC)
El lugar escogido para las representaciones era un hipódromo, ubicado en Gracia, construido expresamente para la ocasión. Concretamente, en la esquina entre las calles Aribau y Rosselló, cuya entrada principal se encontraba en la calle Muntaner.

La Vanguardia, 22/12/1889
Según las crónicas de la época, el precio de las entradas era elevado. Por otra parte, “La Vanguardia” recogía en una noticia que, durante las dos primeras funciones, hubo entradas que fueron pagadas con billetes falsos y, aunque en la primera representación acudieron al evento unas 7.000 personas, la actuación no tuvo la repercusión mediática que Buffalo Bill esperaba.

La Vanguardia, 09/01/1900
La Vanguardia, 09/01/1900
Por lo que cuenta“La Vanguardia”,  el 22 de diciembre de 1889, el espectáculo constaba de tres partes: presentación de las costumbres de los habitantes del Oeste, agitación y ejercicios de tiro. Básicamente, eso era una demostración de montura sobre caballo y representaciones de escenas como el ataque de los indios a un tren de emigrantes, a una diligencia y  la reproducción de la famosa batalla de Litle big Horn, en que el Teniente coronel Custer se enfrentó a los indios. Evidentemente, en el espectáculo, Buffalo Bill adoptaba el rol del Coronel Custer.

La Vanguardia, 22/12/1989

Según la prensa local, la llegada a la ciudad de pieles rojas, búfalos y bisonte ya era todo un espectáculo en sí. A menudo, los indios y los mejicanos del espectáculo salían a recorrer la ciudad a lomos de sus caballos, en procesión, acompañados de una charanga. Sobre ello, la prensa también recuerda que no había indios en Barcelona desde que, en 1493, Cristobal Colón volvió de su primer viaje a América y fue recibido por los reyes católicos. Y, en cuanto a bisontes, dice que fueron vistos por última vez en 1877 cuando llegó el domador Bidel con varios ejemplares de animales desconocidos para el público barcelonés. Domador que, durante una actuación en París unos años después, casi fue devorado por uno de sus leones.


A lo largo de la historia se ha escrito mucho acerca del mito de Buffalo Bill. Ned Buntline, fue el primero en hacerlo a finales del siglo XIX, con varias novelas acerca de su persona. Más recientemente, en el año 2010, Jordi Solé publicaba su novela “Barcelona Far West”sobre la estancia de Buffalo Bill en la ciudad. Una mezcla de realidad y ficción, que cuenta la historia de un joven periodista del Diario de Barcelona que recibe el encargo de entrevistar al héroe americano.

Artículo de Ned Buntline publicado
en el New York Weekly



Sobre esas cinco semanas en Barcelona hay infinidad de historias que tienen más de leyenda urbana que de verdaderas. Una es la de los dos niños que fueron secuestrados y se acusó de ello a los indios del show. Historia que Jordi Solé no considera verdadera, tal como le contaba en esta entrevista concedida a Jacinto Antón para “El País”.

Lo que sí es cierto es que la llegada de los americanos coincidió con una epidemia de gripe y que varios indios del espectáculo cayeron enfermos, teniendo que ser ingresados en el Hospital de la Santa Creu. Hay quien dice que algunos fallecieron y fueron enterrados en la ciudad pero eso nadie lo ha podido confirmar. En cambio, sí es verdad que un par de sioux enfermaron de viruela y acabaron en el mismo hospital. Por otra parte, quién sí murió (pero de forma natural) fue el jefe de pista, el coronel Frank Richmond, cuyo cuerpo fue embalsamado y enviado de vuelta a su país.

Otra historia más sobre su estancia en Barcelona es acerca de un terrible dolor de muelas que le obligó a acudir al dentista para que le extrajera el molar. Dicen que el dentista, en lugar de cobrar por su trabajo, prefirió quedarse la pieza de recuerdo y dejarla expuesta en el Hospital de Sant Pau hasta que, al cabo de unos años, misteriosamente desapareció.


Al final, el mito Búfalo Bill acabó arruinado. En 1913 la compañía entró en quiebra y en Nueva York se celebró una subasta con todas sus pertenencias. Incluido“Isham”, su caballo blanco. Suerte que el nuevo propietario del animal se apiadó de él y lo devolvió a su antiguo dueño.Según el diario La correspondencia de España”, cuando Buffalo Bill supo que su caballo iba a volver con él, se puso a llorar. Luego, cuatro años después, Will Cody murió.




martes, 7 de enero de 2014

Las mentiras de Daniel Ausente



Llega Carlos Acevedo a casa y nos trae los cuatro libros de El butano popular” recién salidos de la imprenta: Corazón conejo, Detrás de ti en el Museo delTraje, Creaciones Madrid y Mentiré si es necesario. Daniel Ausente, feliz con los libros en sus manos, me mira y me dice …” Podrías hacerme una entrevista… Al fin y al cabo, el libro trata sobre Barcelona”.

Unos días después, con el libro ya leído, me llevé a su autor a cenar al paki (que quedó institucionalizado como el restaurante de las entrevistas) y, entre pollo shalimar, cordero al curry y una botella de vino salió esto:

Roser: Abro el libro y la primera frase que leo es “Fui mordido por un mono y picado por un escorpión”. Pues suerte que el bicho no tenía veneno o no te hizo efecto. De lo contrario no te habría conocido.

Absence: Bueno, no creo que los escorpiones del Garraf sean venenosos hasta ese punto. Como mucho, podrías haberte casado con un manco.

Roser: Pues mira, si fueses manco cobrarías invalidez y esas cosas a mi madre le gustan mucho… Pero hablando de otra cosa… ¿No te da vergüenza que yo, tu esposa, lea las historias que cuentas sobre tus rollitos de adolescencia? Que si le tocas las tetas a la tal, le miras el culo a la cual o le das lengüetazos a fulanita…

Absence: Por eso te puse la película esa, Scott Pilgrimvs. The world. Además, tú también tenías tus ex ¿no?


Roser: Sí, pero no me atrevería a contarlo en un libro. Por muy desvergonzada que sea, contar cosas de esas sí que me dan un poco de apuro, sí…

Absence: ¿Y a ti te molesta mucho que salgan mis novias de juventud?

Roser: No, en absoluto. Me ha hecho reír. Pero por otra parte, hay algo que quiero saber y es por qué no salgo en el libro. En cambio, nuestro hijo mayor sí que aparece.

Absence: No sales porque cuando llegaste tú se acabó la tormenta…

Roser: Vaya, pues ahora no sé si tengo que alegrarme o apenarme por no ser un personaje del libro.

Absence: Creo que no sales porque ya eres otra parte de la historia…

Roser: Sí, de cuando aparezco con mi familia. ¿Y qué me dices de ellos? Te da para dedicarles otro libro entero.

Absence: Sí, y si “Mentiré si es necesario” está lleno de fantasmas el otro podría ser muy terrorífico y gore. Podría titularse algo así como “¡Espeluznante! Historias con mi suegra”.

Roser: Por cierto… Suerte que a mi madre no le gusta leer… Porque si alguna vez llega a pillar el libro y lo lee puedes estar seguro que me obligará a divorciarme de ti por drogadicto y mujeriego.


Absence: Al principio a tu madre no le gustaba nada. De hecho, lo primero que me dijo fue “el anterior novio de mi hija era más guapo que tú”.

Roser: Bueno, es que era así. Lo que pasa es que tú me hacías reír más. Algo que es muy importante para mí. Luego, mi madre descubrió que eras el hijo del “Tortilla”, que es como llamaban a tu padre los chavales del barrio. Ella lo sabía porque, por esas cosas de la vida, mi familia materna y tu familia paterna eran vecinas y mis tíos jugaban con tu padre. Además, por ahí estaba tu abuela, que tuvo cuatro o cinco maridos porque se le morían uno tras otro…

Absence: Sí… Pero no se casó con todos. Con algunos se amancebó.

Roser: Y al morir los enterraba a todos juntos. ¿Te imaginas por qué?

Absence: Supongo que lo hacía para que hablaran de ella en el otro mundo y para pasear los muertos por el pueblo….

Roser: A ver… Explícate mejor.

Absence:Mi abuela solo regresaba a para enterrar al nuevo muerto. Cuando se marchó del pueblo se fue a vivir a Tarragona y luego a Barcelona, donde se quedó para siempre.

Roser: Volviendo al tema de mi madre y, para que te vea con mejores ojos, siempre le puedo explicar que desciendes del Senyor del Pallars y que reclamarás el castillo que te pertenece.

Absence: Esto lo cuento en el libro pero no aparece en ninguno de los textos del butano publicados en la web. Es un añadido posterior. Llegados a este punto, debo decir que todos los artículos que escogí para el libro los revisé a fondo y, algunos, los modifiqué. Unos más que otros. Y eso del señor del Pallars viene de una carta que recibió mi madre de un pariente lejano de mi abuelo Castany, que también se apellidaba Erill y era del Pallars. En cambio, en el libro hablo de los Castañé y lo hice por una película de Luís de Funes.

Roser: Sí, me acuerdo que gritaba… “¡Castañéeeeee!”

Absence: Exacto, y eso me hacía mucha gracia. De hecho, de pequeño, yo a Luís de Funes les llamaba señor Castañé.

Roser: Ah, pues yo pensaba que el cambio del apellido en el libro era para esconderos un poco. Como casi a todos los que aparecen les pones nombres falsos…



Absence: Volviendo a lo que te decía, ese pariente lejano de mi abuelo escribió a mi madre para explicarle que los Erill descendían de los antiguos señores feudales del Pallars.

Roser: Antes hablábamos de que los nombres de los personajes del libro suelen ser falsos, aunque no siempre es así. Pero… ¿No te da miedo que alguien lo lea, se reconozca y no le guste lo que dices? Ten en cuenta que a veces cuentas cosas bastante gordas de gente que, si lo lee, seguro que se va a reconocer.

Absence: Pero sólo se reconocerían ellos. Además, la historia está ficcionada. De hecho, el título ya lo dice todo… “Mentiré si es necesario”.

Roser: Del piso en el que vivías con tu madre y tu hermano me acuerdo de los porteros y su hijo…

Absence: Esos ya deben estar muertos. Los porteros eran mayores y su hijo llevaba una carrera directa a una muerte temprana.

Roser: Y encima le dejabas El Víbora… Se debería ver identificado con El Niñato…


Absence: Seguro… Y con Conan también

Roser: Además al chaval le iba el tema OVNI

Absence: Sí, pero eso es ya la decadencia.

Roser: Era un quinqui perdido en un barrio pijo.

Absence: San Gervasio, que es el barrio en el que vivía con mi madre, teóricamente es un barrio pijo pero hay determinadas zonas del barrio que, hace 25 años, no eran tan pijas como parece. En los alrededores del parque Monteroles había mucho quinqui suelto.

Roser: Cierto, a mi no me dejaban ir a jugar allí.

Absence: Cruzando el Missisipi, que era General Mitre, había un par de callejuelas con gente un tanto rara. Pero bueno, que el hijo de los porteros era como el Vaquilla. Cuando pilló la hepatitis, su madre me pidió que le prestara tebeos y le dejé Conan y el Víbora. Con eso me gané su amistad para siempre.



Roser: Y tu pobre madre… ¡Vaya susto se llevó al saber lo que hacías de chaval!

Absence: Hasta hace poco lo que más palo me daba es que me leyera mi madre pero resulta que e hace mucha gracia todo lo que explico sobre mi padre, mi abuelo y mis tíos. Ha sido curioso que se haya asustado tanto con lo de las drogas. Se lo comentó a mi hermano y él, como no ha leído el libro, le explicó más cosas que no aparecen. Como que nuestro vecino, el pequeño de los Aguirre, guardaba bolsas de droga en nuestra casa. Y claro, eso le puso los pelos de punta.


Roser: ¿Y ella qué dice sobre que escribas acerca de sus parejas?

Absence: Le hace gracia. Pero en el libro preferí quedarme con la parte importante, que es que mi madre era una niña pija que se separó del marido, se quedó sin dinero y nos sacó adelante.

Roser: Entre tantas cosas raras que pasaban en tu familia, he flipado bastante con lo del señor de Ghana y el inspector de policía amigos del novio de tu madre. Esos que tenían algo que ver con el atraco al Banco Central… ¿Pero con qué gente os juntabais?

Absence: Es una historia muy rara que no he podido desentrañar del todo. Un buen día vinieron a la casa de Sitges estos dos personajes. Uno era un tipo raro, ex guardia civil, que explicaba unas historias que encantaban a mi abuelo. El otro, era un negro enorme que nos dijo que era Ministro de Defensa de Ghana o algo así. Le caí bien y decía que me llevaría a su país a estudiar inglés. Seguramente porque, en algún momento, mi abuelo les diría “este es un inútil. A ver qué hacéis con él…” Pues esos dos vinieron un par de veces y luego dejaron de hacerlo. Luego, al cabo de un tiempo, supimos que habían estado implicados en el asalto al Banco Central, aunque no sabemos cómo.

Roser: Cuando en “El butano popular” empezaste con la sección de “El corro de la patata” ¿Pensabas que acabarías contando, con pelos y señales, la historia de la familia Castañé?

Absence: No, que va. Carlos Acevedo y Rubén Lardín me pidieron que escribiera sobre Barcelona y, especialmente, sobre mi juventud en la Barcelona de los 80.



Roser: En teoría tenías que ser la otra cara de Grace Morales, ¿no? Ella escribía sobre Madrid y tú debías hacer lo mismo sobre Barcelona.

Absence: Exacto. Lo que ocurre es que, poco a poco, en mis textos se fue colando mi familia.

Roser: Y al final se metieron de lleno.

Absence: No tardó mucho. Al final acabó saliendo todo por ahí: las historias  de mi familia y mi juventud. Al acabar la primera temporada del butano me di cuenta que todo lo que llevaba escrito estaba cogiendo forma de libro y memoria autobiográfica. Además, exagerada. De las que me gustan... A lo Hunter S. Thompson o Joe Matt. También vi que el personaje de mi abuelo despertaba mucha simpatía y yo me fui guardando algunas cartas, como su pasado en el cine, que luego fui explicando. Pero entonces yo ya veía que tenía forma de libro y me lo fui tomando más en serio. Luego, cuando me propusieron lo del libro, como tenían que ser 150 páginas, decidí tirar por la parte autobiográfica que completé con tres capítulos nuevos y otro que ya estaba pero que modifiqué mucho.


Roser: ¿Cuantas temporadas lleváis del Butano en Internet?

Absence: Tres.

Roser: ¿Te acuerdas de cuál fue el primero que escribiste?

Absence: Sí, porque está publicado por orden cronológico en la web. Ese no está en el libro. Fue Pedrín el maoísta e incluí un fragmento de ese texto en la primera versión del libro. Para escribirlo, me puse a mirar quienes fueron los cronistas de Barcelona y al final acabé haciendo una historia donde aparecían mi tía y mi madre. Era una anécdota divertida pero que al final fue descartada por problemas de espacio.

Roser: Eso me hace pensar que, al estar todos publicados en la red, la gente se puede entretener buscando los artículos del libro y comparando los cambios que han sufrido…

Absence: Cuando dentro de cuarenta años me estudien en las universidades podrán cotejar la versión vieja con la nueva y cosas así.

Roser: Otra de las cosas que hacías de juventud era echar las cartas a las amigas veganas de tu madre…

Absence: Me aprendí las cartas del Tarot y las echaba a todas sus amigas, fueran vegetarianas o no. Entonces yo tendría unos 14 o 16 años. Las cartas van bien porque te estimulan la imaginación. Te dan una historia y, si tienes imaginación, la compones. Por eso entiendo que haya escritores que las utilicen como recurso para que le salgan historias. Philip K. Dick utilizaba el Iching, que es aquello de los palillos chinos, y Jodorowsky las cartas del tarot.

Roser: A una de ellas le dijiste que su marido le metía los cuernos y la liaste parda…

Absence: Encima acerté. ¡Era verdad! Pero la historia era más larga porque luego esa señora se lió con mi padre.

Roser: ¡Atiza!

Absence: Pero eso ya fue cuando mis padres estaban separados.


Roser: Pues aprovechando que sabes echar las cartas y estamos faltos de dinero quizá te podrías dedicar un poco anunciándote como Chamán Ausente. Igual ganarías más dinero que con los libros…

Absence: Pero yo no soy un charlatán. Lo que sí podría es probar de utilizarlas para inventarme historias.

Roser: Pero conmigo no lo intentes.

Absence: Ahora ya es tarde pero podría haberme dedicado a ello. Lo que ocurre es que, como cuento en el libro, esos follan mucho y para ti no sería bueno.

Roser: Bien pensado no me veo como esposa de Chamán. Por otra parte, ahora que dices que follaban mucho… ¡Tu abuelo y tu padre…. Vaya unos ellos! Suerte que tú no eres así. Eres un buen chico, creo.

Absence: Igual lo que yo estaba era sepultado por la losa de esos dos machos alfa y ahora me los he sacado de encima…

Roser: ¿Y qué me dices de Pablito Calvo? Tu abuelo se lo llevó a comer a casa una Navidad como quién se lleva a un pobre a la mesa y tu madre y sus hermanos le hicieron la vida imposible.

Absence:  Lo tuvieron en casa durante una Navidad porque el niño estaba rodando una película en Barcelona y no tenía con quién pasar las fiestas. Además, era una estrella. El protagonista de “Marcelino pan y vino” y a mi madre y a sus hermanos eso no les cayó muy bien. Imagínate la situación.


Roser: Por otra parte, si algo queda claro en el libro es que la casa de tu abuelo es una obsesión para ti. Sale una y otra vez.

Absence: Supongo que es normal porque de pequeño iba mucho a esa casa. Era un piso enorme. Iba todos los fines de semana y, entre semana, comía allí cada día porque tenía el colegio al lado. Por tanto, uno de los recuerdos más fuertes que tengo de mi infancia es ese. El de estar en una casa enorme,de diez habitaciones, y recorrerla entera. Además estaba repleta de libros de ciencia ficción de mi tío y revistas de todo tipo como Interviu, El Papus, Hermano LoboEn fin, de todo.


Roser: Para terminar con la entrevista sólo me queda una cosa por decirte muy importante para mí y es que todos los hombres de tu familia, excepto tu abuelo, murieron a los 54 años. ¡Espero que tú me dures más!

Absence: Pues es verdad… Pero muere mucha gente a esa edad. Yo creo que si superas los 56 ya estás salvado y morirás de viejo. Morir a los 50 es por la mala vida… Además, yo no te podré dejar una gran herencia, a no ser que este libro sea un bombazo y nos dé mucho dinero.

Roser: Quién sabe… Igual es un best seller. Además, este es tu segundo libro en solitario.

Absence: Es verdad, pero también es cierto que todos han salido acompañados. Es decir, formando parte de un conjunto. Black super power iba en una caja con otros libros, la Black pulp box, aunque ahora ha sido separado de la caja y se puede comprar individualmente. Y este, Mentiré si es necesario, forma parte de un grupo de cuatro. Ahora bien, creo que mi próximo libro va a ser en solitario y no va a tardar mucho.

Roser: Ahí queda la cosa, ¿no?


Absence: Tú me ves trabajar en él, yéndome a dormir cada noche a la una…