domingo, 29 de diciembre de 2013

Así trata La Vanguardia a sus colaboradores


Hoy estábamos comiendo en Sitges (en casa de la suegra), cuando he recibido un correo de Miguel Gallardo informándonos, a unas cuantas personas, que acababa de ser despedido de La Vanguardia. No sólo él, sino también sus compañeros ilustradores Meritxell Duran, Raul y Arianne Faber. Una noticia que, aunque ya era de esperar, no por eso es menos dolorosa.

Luego, tras difundirlo por todo twitter, me he enterado que la cosa aún es peor y que no sólo los ilustradores se han quedado sin trabajo estas navidades sino también la práctica mayoría de los periodistas de la sección de cultura y espectáculos.

Una de las primeras ilustraciones de Gallardo realizadas
para la columna de Quim Monzó, en 1994

Sin nada más qué decir, les dejo con la reproducción del mail que he recibido:

"Mi última ilustración para el Magazine de La Vanguardia. Después de 20 años trabajando en el diario y el dominical, aprovechando la Navidad y sin previo aviso he sido despedido junto a mis compañeros del Magazine, Meritxell Duran, Raul, Arianne Faber y otros, exceptuando a Jordi Labanda.

Gracias a los directivos y jefes de la Vanguardia por hacerlo siguiendo la política habitual del diario: a escondidas, sin ningún aprecio por los ilustradores catalanes y vulnerando los mínimos derechos de los trabajadores.

Gracias por hacerlo en Navidad."






viernes, 27 de diciembre de 2013

Los santos inocentes: un día nefasto que pasó a ser un día de cahondeo



“La matanza de los inocentes”, justo aquí arriba representada, es una de las escenas de la infancia de Jesucristo que decoran la capilla de los Scrovegni de Padua, pintada al fresco por Giotto allá por 1305. 

Sabemos de este episodio de la vida de Cristo gracias a San Mateo y su evangelio. En él relataba la historia del rey Herodes que, por temor a ser destronado, ordenó el asesinato de todos los varones primogénitos menores de dos años. Aunque San Mateo no detalla el número de niños muertos, se suponía que serían cientos. Con el tiempo, la creencia fue en aumento y subiendo el número de víctimas hasta cifras desorbitas. En cambio, determinados historiadores expertos en el tema, aseguran que no serían más de treinta si nos basamos en la población que entonces habitaba en Belén.

Sobre Herodes, no hace mucho leí una entrevista de Jacinto Antón al arqueólogo y arquitecto israelí Ehud Netzer que se ha pasado un montón de años estudiando al rey y buscando su tumba que, por lo que parece, ha encontrado en el Herodión (Cisjordania). Un complejo de fortaleza con palacios que el propio Herodes mandó construir. La entrevista, publicada en su libro “Héroes, aventureros y cobardes” es magnífica y recomiendo leerla para saber más sobre el tema.



Todo esto viene a cuento porque hoy es 28 de diciembre, día de los inocentes. Una fecha tradicionalmente nefasta para los católicos, si nos atenemos a San Mateo. Pero hubo un momento en que todo cambió y ese día, oscuro y de mal augurio, pasó a ser un día de mofa, broma y cachondeo aunque ahora cada vez lo es menos. Por lo que he podido deducir, fue a principios del siglo XIX cuando la gente se empezó a tomar en broma lo trágico de ese día y le dio la vuelta al asunto. De esa época ya hay dibujos de chavales con la llufa en mano preparada para colgar en la espalda del primer despistado.



Muchos años después, ya en época de la posguerra, los niños seguían clavando llufas, previamente recortadas con los restos del papel de diario de casa, aunque también disfrutaban con otro tipo de bromas más elaboradas. Por ejemplo, acudir a misa y entretenerse a coser las faldas de las feligresas, unas junto a otras, aprovechando que las señoras estaban sumidas en la oración.

Fotografía: Pérez de Rozas
Aparentemente, parece que los niños deberían ser los más bromistas pero los adultos también hacían de las suyas. Los gremios tenían sus clásicas inocentadas siendo los herreros y los panaderos los más bestias de todos. Entre los primeros, era clásica la broma de la herradura ardiendo abandonada en la calle a la espera que algún despistado la quisiera recoger. Cosa que siempre ocurría. Los panaderos, en cambio, solían introducir clavos y astillas en el pan recién hecho.

Luego, la cosa se extendió tanto que hasta los medios de comunicación empezaron a introducir bromas como si de noticias se trataran y, en Barcelona en los años 60, un diario publicó que el monumento a Colón se había derrumbado. Y claro… Hubo quién se lo creyó y se acercó al final de las Ramblas a comprobarlo.

Por otra parte, las clásicas inocentadas siempre me han hecho pensar en los tebeos de Bruguera. Es un recuerdo de la infancia que ha vuelto a mi memoria al buscar imágenes para ilustrar este post. He encontrado unas  cuantas en el blog de Joan Navarro. Concretamente, de Cifré (1955), Sanchís (1959), Peñarroya (1959) Ibáñez (1960) y Escobar (1962).


Aquí, Cifré (en 1955) diferenciaba entre los tipos de personas que se dedicaban a colgar las “llufas” y sus víctimas.



Peñarroya, en 1959, realizaba un repaso a la historia de la inocentada en viñetas.



Sanchís, en el mismo año, representaba lo que sería la redacción de Bruguera el día de los inocentes. Ahí salen todos…


Ibáñez nos ilustraba sobre el tipo de inocentadas que se realizaban en la España de los años 60.



Escobar, más salvaje, en 1962 relataba la historia del pobre señor Inocencio, que tuvo la desgracia de nacer el 28 de diciembre y, por culpa de eso, su vida fue todo un drama.

Luego, en época del Tiovivo, Vázquez (1969) y Segura (1972) realizaban este par de páginas sobre el mismo tema.


Vázquez, en el Almanaque de 1969, riéndose de él mismo y de su fama de moroso.


Segura, en 1972, se imaginaba cómo serían las inocentadas en el año 1800.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Xavier Theros y "Barcelona a cau d'orella"



El día que conocí a Xavier Theros él estaba en pleno proceso de investigación de la ciudad para escribir el libro que acaba de presentar. Nos encontrábamos en el bar Borrell después que Xavier se pateara todo el Raval resiguiendo el camino marcado por Josep María Carandell en la “Guía secreta de Barcelona”.  Esa mañana, descubría que la entrada al cuartel de la Guardia Civil de la calle Sant Pau (frente al monasterio benedictino) era un vestigio de la Barcelona industrial de principios del siglo XX. Concretamente, la entrada a la fábrica de la España Industrial. Luego, tras nuestra charla, estoy segura que encontró otras cosas de las que no me enteraré hasta que empiece el libro que tengo en mis manos.  

Desde que Xavier me contó que estaba escribiendo una nueva versión de la “Guía secreta de Barcelona”, que esperaba que llegara este momento. Soy tan fan de las tres versiones del libro de Carandell (las tengo todas) como del trabajo de Theros y sé perfectamente que él es la persona indicada para llevar a cabo un trabajo como este.



En la presentación de “Barcelona a cau d’orella”, Theros estuvo acompañado de Manuel Delgado, Joan Sala (director de la editorial Comanegra) y Consuelo Bautista (autora de las fotografías del libro). Delgado, que es antropólogo y fue profesor de Xavier (y mío) durante los años de universidad, ejerció de maestro de ceremonias. Durante su intervención, habló de la gran tienda del mundo en que se ha convertido esta ciudad. Sentimiento que comparto con él y con muchos de los que allí estábamos presentes y que, de hecho, es una conversación que he mantenido otras veces con algunos de mis compañeros blogueros.

Delgado nos contó que “Barcelona a cau d’orella” pretende mostrar la historia que no aparece en los libros de texto. Justo de eso mismo estuve hablando con una persona, minutos antes de empezar la presentación. De que mi afición por la historia de Barcelona radica en el gusto por descubrir la cara oculta de la ciudad. Esa que no nos cuentan los manuales. En ese sentido, Manuel Delgado nos habló de Juan José Lahuerta y su libro Destrucción de Barcelona y, también, de que Theros nos devuelve la esperanza que aún exista una “Barcelona secreta”. Yo creo en ella gracias a personas como Xavier que se empeñan en sacar a la luz las historias olvidadas de nuestra ciudad.

Fotografía: L'ALTRANGE

Theros, durante su intervención, confesó que “Barcelona a cau d’orella” no habría sido posible si previamente no existiera la guía de Carandell. También, que el encargo recibido era un regalo envenenado para él ya que, inicialmente, la idea era hacer una nueva versión manteniendo el libro original. Cosa harto imposible dado que muchos de los lugares allí citados ya no existen. Además, la ciudad que describía Carandell era la que dejaban Franco y el alcalde Porcioles, muy alejada del gran parque de atracciones turístico que es ahora.  Por eso, Xavier le ha dado nuevo enfoque resiguiendo el camino marcado por su antecesor y dejando constancia de lo que hay en su lugar.

Fotografía: L'ALTRANGE

Barcelona, como ciudad viva que es, se mueve y cambia constantemente. Eso, en parte no es malo. Lo malo viene cuando, a causa de esta renovación, perdemos lugares emblemáticos e históricos de la ciudad. Últimamente, esto ocurre más a menudo de lo que debería y, con el vencimiento de los viejos contratos de alquiler en 2014, aún será peor. De momento, entre los comercios caídos hay La casa de las mantas  y las librerías Catalonia y Canuda, por citar algunos. Entre los que caerán, la Juguetería Monforte (Pl. St. Josep Oriol), la bombonería Fargas y El Indio de la calle del Carme.



Durante la presentación, Theros habló de las calles por las que los barceloneses pasamos a diario sin prestarles ninguna atención. Son lugares que no nos transmiten nada porque poco o nada sabemos de su historia. En cambio, si alguien nos cuenta un dato curioso de ese lugar, lo guardaremos en nuestra memoria y, la próxima vez que pasemos por allí, seremos incapaces de hacerlo de forma neutral. A mí me suele ocurrir y estoy segura que a muchos de los presentes ese día en el CCCB, también. Me pasa cuando estoy frente al carrer del Cagar-hi (del que conozco su existencia gracias a Josep M. Carandell), ante el Hotel Oriente de las Ramblas (donde se alojó Hans Cristian Andersen cuando la gran riada de la Rambla de 1863) o ante la antigua Plaza de toros de la Barceloneta, el Torín. De ella no queda rastro. En su lugar, se erige la sede de Gas Natural diseñada por Benedetta Tagliabue. También, la misma sensación  me invade cuando descubro una nueva imagen de Hermes (el semidiós griego protector del comercio) escondido en un rincón de la ciudad. Justo lo que busca Theros en el lector de “Barcelona a cau d’orella”. .. Pues puedes estar seguro, Xavier, que conmigo consigues tu propósito.




miércoles, 11 de diciembre de 2013

Historias de la Guerra con Paco Roca, Miguel Gallardo y Antonio Altarriba


Paco Roca, Miguel Gallardo y Antonio Altarriba. Tres autores con historias que tienen mucho en común. Hace tiempo leí “Un largo silencio” (Gallardo) y “El arte de volar” (Altarriba) casi a la vez y se me ocurrió que sería bueno entrevistarlos a los dos. Pero lo dejé aparcado a la espera de no sé qué. Y  ahora, la publicación de “Los surcos del azar”, me hizo ir en busca de los tres. Aceptaron, y a Miguel y Paco me los llevé a comer a un pakistaní aprovechando que Paco venía a presentar “Los surcos del azar”. Lástima que Antonio no pudo estar presente en esa reunión, aunque sí lo estuvo al teléfono para atender todas las cuestiones que le planteé.

Gallardo y Altarriba me contaron que sus padres estuvieron muchos años en silencio pero que, cuando empezaron a hablar tras la muerte de Franco, no dejaron de largar. Tanto, que sus hijos les incitaron a escribir sus respectivas historias. Las de dos combatientes republicanos durante la Guerra Civil que sufrieron el exilio en Francia y la estancia en unos durísimos  campos de trabajo.  En cambio, Paco Roca no se ha basado en la experiencia de su familia sino en la de los supervivientes de “La Nueve”, la mítica compañía que luchó en la II Guerra Mundial bajo el mando del Capitán Dronne en la segunda división blindada del General  Léclerc y que tuvo el honor de liberar París de los nazis, siendo los primeros en llegar a la ciudad, la madrugada del 24 de agosto de 1944. La particularidad es que “La Nueve” no estaba formada por soldados franceses sino por españoles republicanos que lucharon contra Franco en la Guerra Civil.

Roser: Para empezar, Paco, ¿Cómo diste con la historia de “La Nueve”?

Paco Roca: Fue en el año 2008. Estaba en París para una charla en el Instituto Cervantes y allí coincidí con dos excombatientes de “La Nueve”. Manuel Fernández y Luís Royo, que habían acudido a la presentación del libro de Evelyn Mesquida, “La Nueve, los españoles que liberaron París”. Pero no fue hasta tiempo después que decidí profundizar en el tema y, para ello,  contacté con el historiador Robert S. Coale, que me ayudó mucho en el proceso de documentación.


Roser: Esta semana me he leído seguidos vuestros tres cómics y tienen infinidad de cosas en común. Una de ellas, el día de la proclamación de la República, que a todos les dio grandes esperanzas.

Altarriba: Mi padre me contaba que la proclamación de la 2ª República fue un momento especial. Sólo tienes que ver fotos de ese momento en las distintas plazas y pueblos de España y te darás cuenta que fue acogida con mucho entusiasmo porque se esperaba que las cosas cambiaran para bien. Que hubiera un reparto más justo de la riqueza, una política más participativa y cosas de estas. Mi padre, en febrero había cumplido 21 años y la República se proclamó el 14 de abril, justo cuando acababa de llegar a Zaragoza y conseguía el carnet de conducir. 

Gallardo: Mi padre venía del sur y en su tierra había una miseria acojonante. Y de pronto, con la llegada de la República, las cosas empezaron a cambiar.

Paco Roca: Al menos se luchó por igualar.

Gallardo: Y fue un momento en que los que habitualmente pierden, ganaron.


Paco Roca: Eso de que la II República luchó por una igualdad se ve muy bien en “Todo lo que se llevó el diablo”, de Javier Pérez Andújar… Esa idea de querer acercar la cultura a una gente que no había tenido la posibilidad de estudiar.



Roser: Antonio, A mí me da la impresión que tu padre, cuando vivía en el pueblo, no tenía mucho interés por la política sino que era un chico a quién no le gustaba la vida que tenía y que lo que quería era salir de allí para conocer la ciudad.

Altarriba: Es cierto que empezó a tomar contacto con movimientos políticos al llegar a Zaragoza. De todas formas, en el cómic, quise incidir en una especie de pre consciencia social que ya se formó en el pueblo. Quería hacer hincapié en esa idea de la que hablaba mi padre, de las rivalidades entre los pobres y esa práctica tan extendida de cogerle un surco al vecino para ampliar un metro el terreno. Pero sí que fue en Zaragoza donde empezó su simpatía por el anarquismo y a acercarse a una militancia más formal. De todas formas, todo eso ya cala en una mentalidad que, anteriormente, ya había visto algo.

Roser: En tu caso, al no ser dibujante, necesitabas que alguien hiciera esa parte. ¿Cómo fue que escogiste a Kim?

Altarriba: La primera persona en quien pensé para dibujar mi guión fue Gallardo aunque nunca se lo llegué a decir. En aquel momento, lo único que había en España y que tuviera relación con lo que yo quería hacer era el “Largo silencio”. Pero luego caí en la cuenta que él ya tenía su propia historia y su propio padre. Por tanto, proponerle otro padre para contar una historia que tenía muchos puntos en común no me pareció que fuera lo más correcto. Entonces me quedé muy desorientado sin saber a quién hacer semejante propuesta y que encima la aceptara. Pero dio la casualidad que, en 2005 en Vitoria, organizamos las jornadas Crash Cómic e invitamos a Kim. Yo sabía que, aparte de lo de “Martínez el Facha”, también había hecho otras cosas en plan más realista. Hablé con él y me pareció una persona muy próxima y accesible pero no me atreví a proponerle nada. Aún tardé unos días en hacerlo y, cuando por fin se lo dije, se sorprendió mucho porque él venía del dibujo humorístico… Pero por suerte lo pude convencer. En parte, porque ya estaba un poco harto de ser el autor de Martínez el Facha y también porque su padre sufrió la represión franquista. Era un médico de Barcelona que cuidaba a los milicianos  y estuvo dos años en la cárcel por estar involucrado con la parte republicana. Así que aceptó.


Gallardo: Yo ya cumplí con mi padre. Además, con una historia como esa, tan personal. Incluso también en el caso de Paco porque siempre se implica mucho. Es un tipo de historia donde lo mejor es que tú puedas hacerlo todo. Escribir el guión y dibujar. Un poco como hizo Carlos Giménez, que también fue un precedente porque, aunque su cómic no es exactamente de la guerra civil, sí que lo toca.

Roser: sí, en “Paracuellos”


Gallardo: Cuando salió “María y yo” había gente de asociaciones de padres que me decía “nosotros te enviamos las historias de nuestros hijos y tú las dibujas…”. Pero no se trata de  eso…

Paco Roca: Pero tú empezaste a dibujar con guionistas…

Gallardo: Sí, trabajé con MediavillaIgnacio Vidal-Folch.

Roser: Pero de eso hace mucho… Y desde entonces que trabajas solo ¿no?

Gallardo: Sí, ahora lo hago todo yo mismo.

Paco Roca: La novela gráfica es como una especie de democracia de autoría. Lo que importa es que emocione. Son historias que hace unos años no se hubieran podido publicar porque no entraban en los cánones de lo que había que hacer. Por eso creo que ahora hay tantos autores que lo hacen todo. 

Roser: Porque tú, Paco… No trabajas nunca con guionista…

Paco Roca: Quizá en algún proyecto en el futuro para aprovechar un argumento pero… Es tanta la dedicación que tienes que hacer para un cómic…

Roser: A mí me parece que, para trabajar con un guionista, uno y otro han de entenderse muy bien, ¿no?

Paco Roca: Bueno, cuando se trabaja con el guión de otro, nunca llegas a ser dibujante completo ni guionista completo. A mí me costaría mucho escribir un guión para otra persona porque muchas cosas se me perderían por el camino. Y si tuviese que dibujar para un guión de otro, pienso que habría otros dibujantes que lo harían mejor.

Gallardo: Además, está cambiando un poco la visión del autor de tebeos. Hasta no hace mucho, y aún lo siguen haciendo, cuando te invitaban a una entrevista te advertían que también te harían dibujar.

Paco Roca: En el programa “Versión española” en el que tú estuviste,  en Navidad emitirán “Arrugas” y ya me han dicho que me traiga los rotuladores porque me harán dibujar durante la entrevista.


Gallardo: Yo no tuve que hacerlo. Me libré haciendo unos dibujos previos  que luego utilizaron en los créditos, o algo así.

Roser: Era sobre María y yo”, ¿no?

Gallardo: Sí, y fue una entrevista cojonuda. Ese día estaba todo a favor.



Roser: ¿Cuánto tiempo habéis dedicado a la elaboración de vuestros cómics?

Paco Roca: Yo, dos años de trabajo más el tiempo de investigación y documentación. 

Altarrriba: Mi padre murió en 2001 y yo no me puse con el guión hasta 2004. En este tiempo, hasta que empecé a escribir, fueron años en que lo pasé muy mal. Estuve en manos de psiquiatras e incluso de baja en la Facultad. No me encontraba bien pero al final me decidí a  escribir. Básicamente, por la rabia que me dio que en la residencia me quisieran cobrar 34 € que mi padre dejó a deber tras su muerte. Murió el 4 de mayo y, a las pocas semanas, recibí una carta de la directora pidiéndome que pagara esa deuda. Evidentemente, no la pagué y tuve que ir a juicio por ello tres años después. Esa fue la chispa que encendió la mecha para ponerme a escribir. Y empecé el guión sin saber si algún día lo podría publicar, porque  entonces ni tan siquiera conocía personalmente a Kim.

Roser: “El arte de volar” es la adaptación de las memorias de tu padre. Pero ¿como ocurrió? Es el caso de hijo que encuentra el diario de su padre y decide publicarlo o bien lo incitaste tú a que lo hiciera? Me parece muy valiente por tu parte hacer un cómic así porque explicas cosas realmente muy duras sobre vuestra vida.

Altarriba: Yo mismo le impulsé a escribirlas cuando, ya muy mayor, estaba en plena depresión. Fue en los años que aparecen en el último capítulo. Los de la residencia de ancianos. En ese tiempo me hablaba de sus años de juventud, de sus luchas e ilusiones perdidas. Como me lo contaba una y otra vez, al final le incité a escribirlo. En esa época él sólo hablaba conmigo. Ya se había separado de mi madre, no le quedaban amigos en la residencia y estaba sumido en una gran depresión. Al final me hizo caso, lo escribió y yo lo leí. Escribió unas 200 cuartillas que se detenían en el momento en que él regresaba a España y aún quedaba mucho por contar pero no quiso continuar.

Roser: ¿Y entonces como seguiste? ¿Sabías bien la historia?

Altarriba: Como te decía, mi padre dejó escrito hasta el momento de su regreso a España en 1950, mientras que  yo nací en 1952. Aunque de niño no me enterara mucho de lo que pasaba, siempre hay una crónica familiar que te va transmitiendo cosas. La tía Dorotea, la tía Elvira… Por tanto, lo que seguía yo ya lo conocía. Lo único que mi padre aportó de nuevo, en los textos que escribió, fue una mayor precisión en cuestiones de fechas, localizaciones, divisiones y compañías. Por eso, el escrito de mi padre me vino bien para precisar cosas aunque el impulso de la escritura surgió, básicamente, del duelo por su muerte a pesar de que ya me lo esperaba. También, por el sentimiento de culpa que se te crea. Además yo tenía un doble remordimiento porque él me pidió que le matara.

Roser: Sí, a mi parecer uno de los momentos más duros del cómic. Tanto por la petición de tu padre como por tu situación.

Altarriba: Pues fue así como lo cuento. Y parte de mi sentimiento de culpa era por no haberle podido ayudar.


Roser: Me gusta que el relato sea en primera persona, adoptando la personalidad de tu padre. Hacerlo así debería ser muy duro para ti…

Altarriba: Empecé a escribir el guión sin el prólogo de las tres primeras páginas en que decido apropiarme de la voz de mi padre. Estuve un par o tres de semanas escribiendo así, en tercera persona. Y ya tenía unas varias viñetas guionizadas cuando vi que eso no funcionaba. Además,  me sentía muy distante respecto la historia. Por eso lo cambié e hice la historia en primera persona como si fuera mi padre. A partir de ahí, el guión fluyó solo. 


Roser: Tu caso,Miguel, es parecido al de Antonio ¿no?

Gallardo: Pues  sí… El libro de mi padre se llama “Un largo silencio” porque eso es lo que fue, desde que estalló la guerra hasta que murió Franco. Todo ese tiempo calló como un puta como hicieron todos los que estaban como él. Cuando mi padre se ponía ante la televisión empezaba a largar… Primero en voz baja y, a medida que fue avanzando, fue a más. Entonces murió Franco y fue acojonante. Vivíamos en Lleida, que era un sitio ultra cerrado, nacionalista y católico. Mi padre trabajaba en FECSA y nos consta que tenía mogollón de compañeros republicanos. En cambio, ninguno hablaba sobre su pasado. Incluso había uno que tenía la tapadera perfecta porque ¡Tenía una tienda de santos! Por otra parte, también me acuerdo que una vez me llevé una bronca monumental por colgar en mi habitación un poster del Che Guevara. Esto sería más o menos en 1972. Y también recuerdo que, cuando mi hermano hizo la mili, vino a casa una pareja de la Guardia Civil porque debería constar que mi padre había luchado en la guerra defendiendo el bando republicano. No pasaba nada pero… Había esa cosa como de… ¡cuidado!

Paco Roca: Como siempre, debería haber temor…

Gallardo: Sí. Incluso había la leyenda de que cuando Franco vino a Lleida, una semana antes se hizo una batida por la ciudad y acabó un montón de gente en la cárcel. Uno era un pobre hombre que trabajaba en una tienda de electrodomésticos. Se lo quedaron unos días en prisión y luego lo mandaron a casa.

Roser: ¿Y eso por qué?¿Por temor a que hicieran algo contra el régimen?

Gallardo: Sí, por supuesto. Luego, cuando murió Franco, creo que  mis padres ya vivían aquí. Fue entonces cuando gestionamos los papeles de militar de mi padre, que llegó a Capitán. Cuando los tuvo, te diré que jamás en mi vida he visto a una persona más feliz que él. A partir de entonces mi padre no paró de hablar y aprovechaba cualquier ocasión para hacerlo. Te pongo un ejemplo de escena familiar en Navidad… Alguien decía “¡Joder, vaya mierda de macarrones!” y él… “¡Macarrones! Pues en la guerra…” Y entonces todos ya decían… “ya está tu padre con sus historias de la guerra”. Y, yo pensaba… ¡Aquí hay una historia cojonuda que hay que contar! Pero no sabía cómo ni cuándo. Al final, lo chinchamos tanto que escribió sus memorias en 20 folios.

Roser: Y decidiste publicarlo tal cual lo escribió él…

Gallardo: Esa duda la tuve durante muchos años. Ya estaba al final del Víbora y tenía esa historia dándome vueltas por la cabeza sin saber qué hacer de ella. Además venía de hacer cosas de humor… Y luego me leía y releía el relato y me parecía muy aburrido. Pensaba que podríamos cortar alguna parte, arreglarlo gramaticalmente… Pero al final decidí no tocar ni una puta coma y dejarlo tal cual ya que quien lo cuenta es mi padre, que era perito industrial. Y la parte de emoción que le faltaba se la puse yo. Luego hice un primer experimento que salió en “Nosotros somos los muertos” y, a partir de ahí, ya decidí hacerlo así.


 Paco Roca: ¿Y tu padre lo llegó a ver publicado?

Gallardo: ¡Sí! Aunque murió ese mismo año.

Paco Roca: ¿Y lo leyó?

Gallardo: ¡Sí! Hicimos la presentación en una galería de arte de por aquí. Incluso hay un vídeo colgado en Internet. En la presentación hablaba tanto que al final le tuve que decir… “¡Papá, no lo cuentes todo porque al final la gente no se lo leerá!”  En septiembre de ese mismo año murió. Y no estaba enfermo ni nada. Murió de vejez. Ya tenía sus 80 años.

Roser: Al menos lo pudo ver publicado…

Gallardo: Recuerdo que una familia de Lleida amiga de mis padres, el hombre era Guardia Civil y era clavado a Manolo Morán. Pues ese amigo de mi padre, aunque era muy buen hombre, era facha perdido. Una vez,  durante una comida, empezó a despotricar en plan “putos rojos…” Y yo, en mi papel de adolescente, le dije… “Hombre, pues mi padre lo es y es una buena persona…” (risas). Pero bueno… Hasta aquí llega mi historia.

Roser: Yo, hará cosa de un año, encontré el diario de mi abuelo. Él llevaba muerto más de 40 años y, de hecho, ni tan siquiera lo conocí. Era un señor de la burguesía de Barcelona, propietario de barcos petrolíferos, que un buen día se lo llevó “de paseo” una patrulla de la FAI. Sorprendentemente, al cabo de un tiempo lo devolvieron vivo aunque bastante magullado. Fue entonces cuando decidió escribir lo que le había ocurrido pero yo no supe nada de eso hasta hace bien poco y, cuando lo encontré, lo publiqué en el blog. Tal cual como lo escribió. 

Paco Roca: También hay quién dice que la guerra civil es un tema del que ya se ha hablado demasiado y que ya está bien de hablar tanto de ella pero… ¡Es que hay tantas historias interesantes acerca de ella! Tanto de un bando como de otro.

Gallardo: Nunca hay que acabar de hablar de la guerra civil. Primero porque aún no está resuelta y aún seguimos en guerra civil.

Paco Roca: Es por la mala transición que hemos hecho. Mientras todavía haya heridas abiertas habrá literatura alrededor.

Gallardo: No sé si visteis el otro día por la tele “El gato al agua”…

Paco Roca: Sí, a ese que decía que los familiares de las víctimas de la guerra civil desenterraban a sus familiares porque se daban subvenciones!

Gallardo: Si hay gente que dice esto es que no lo tenemos bien resuelto.

Roser: Ahora me acuerdo de una parte de “El arte de volar” que me dejó helada. La historia del tío Segundo. El que fue chófer del alcalde de Zaragoza y acabó llevando el “camión de la basura”. Su relato es espeluznante…

Altarriba: Lo de la recogida de cadáveres también ocurría en otras partes de España pero aquí se daba una particularidad. Zaragoza era la ciudad que tenía, porcentualmente, un mayor número de militantes de la CNT. Durante las primeras semanas, tras el levantamiento de Franco, hubo muchas detenciones y fusilamientos y, el tío Segundo, se encargaba de ir con su camión recogiendo los restos de todos los ejecutados. Los llevaba al cementerio y, allí, había otros desgraciados que cavaban las fosas y enterraban los cuerpos. Debería haber miles de cadáveres en cada fosa.  ¡Y ahora el gilipollas ese dice que desenterramos nuestros muertos porque nos dan subvención!


Roser: Paco, esta no es la primera vez que tratas la guerra civil sino que ya el tema ya aparecía en otros dos cómics anteriores. “El faro” y “El ángel de la retirada”.

Paco Roca:“El ángel de la retirada” no lo cuento porque era una cosa de encargo. Pero “El faro” sí. El abuelo de la novia que tenía entonces había estado en un campo de refugiados en el sur de Francia y muchas veces nos contaba su historia.


Roser: Pues volvemos otra vez a lo que hablábamos antes de que todos tenemos, más o menos, personas cercanas que han participado de un modo u otro en la guerra.

Paco Roca: Y cuando te las cuentan piensas que son historias que se van a perder si alguien no lo deja por escrito. Es como tener información en primera persona. Eso me dejó un poco la espina clavada de que… ¡Joder! Me he ido por otro camino y siempre he querido hace algo sobre el exilio español.

Gallardo: En los cómics se ha hecho una labor muy buena porque a la guerra civil solo te puedes acercar de una forma parcial. También hay gente que cuenta la posguerra desde su propia experiencia, que eso está muy bien. Estamos los de la generación que nuestros padres participaron en ella, como Antonio  y yo. Luego, vosotros sois la segunda generación, que sabéis cosas de la guerra por haberlas oído o bien por vuestros abuelos. Unas y otras son visiones diferentes.

Roser: Por eso os quise juntar a los tres, porque el conjunto de vuestros libros da esa visión. Por cierto… El otro día supe que Sento también acaba de sacar un cómic sobre la guerra civil pero me enteré tarde y ya no había tiempo para contactar con él.

Paco Roca: Yo no lo he leído pero parece que está bien. Creo que es la historia del padre de su mujer, ¿no?

Altarriba: Yo conozco un poco la historia porque estuvimos hablando de ello en Valencia. Según me comentó, estaba utilizando un libro titulado “No se fusila en domingo”y que cuenta la historia de su suegro, Pablo Uriel. Él, cuando estalló la guerra civil, era un médico recién licenciado y, lo curioso del tema, es que el levantamiento de Franco le pilló celebrando el final de carrera bajando en canoa por el Ebro. Y entonces empezó a ver que ocurrían cosas raras… Acostaba en el río para pasar la noche y se fue enterando poco a poco de lo que iba pasando.


Gallardo: También está lo que hizo Roger en los inicios de “El Víbora”. Curiosamente era una historia sobre la guerra civil, que no pegaba para nada porque entonces nadie hablaba de esa guerra. Era la historia de un tal Emili Piula, anarquista catalán. Pero al final, en la guerra ocurrieron tantas cosas… Y le dan más importancia desde fuera que nosotros desde dentro…


Paco Roca: Mira, ahora nos hemos juntado tres que tenemos historias interesantes sobre la Guerra Civil. La de ese hombre de “El faro” quizá menos, que solo estuvo en los campos de trabajo.

Roser: La estancia en los campos de trabajo sale en todos vuestros cómics. Tanto el padre de Miguel como el de Antonio estuvieron y, mientras yo los leía, pensaba que ese momento debería ser uno de los peores de la vida de vuestros padres. Luego me convencí de ello con “Los surcos del azar” ya que hay un momento en que uno de los exiliados lo comenta. Concretamente, que fue lo peor y más triste que le había ocurrido.


Altarriba: Sí, y es triste y decepcionante desde muchos puntos de vista. Yo creo que, en lo que era el frente republicano, los anarquistas sufrieron una triple decepción. La primera, cuando los países aliados decidieron no intervenir tras las actuaciones militares de Italia y Alemania. La segunda, y más grave, fue el recibimiento que tuvieron al llegar a Francia, que los metieron en verdaderos campos de concentración. Y la tercera fue que, tras la segunda Guerra Mundial no se interviniera contra Franco.



Gallardo: Y la sensación de la derrota… Que llegas al exilio sin nada. Con la única sensación de “se ha acabado y estamos derrotados”. Llegas abatido psicológicamente. Has estado luchando por unos ideales y lo has perdido todo.


Altarriba: La humillación de la derrota la vivieron en la peor de las situaciones que es en un campo de concentración donde la gente moría de hambre y de frío.

Paco Roca: Piensas que estás aislado. Creías que el resto del mundo te iba a comprender y te das cuenta de que eso no es así. En esos momentos de entre guerras había mucha ambigüedad. El gobierno francés, antes de que terminara la guerra, ya había reconocido el gobierno de Franco. En estados Unidos había grupos nazis. Henry Ford apoyaba abiertamente a Hitler.

Gallardo: Y el aviador ese famoso americano… Howard Hughes, que fue a la Alemania nazi y simpatizó con el régimen de Hitler… Poco a poco Estados Unidos se fue convirtiendo en un estado nazi pero más suave que en Alemania. 

Paco Roca: Todas esas personas que habían luchado en la guerra civil contra el fascismo para defender la democracia y el librepensamiento se dieron cuenta que, al salir de ahí, seguían siendo unos bichos raros y que, en lugar de tener simpatizantes, les ocurría todo lo contrario.

Roser: Además, todos ellos estaban convencidos que tras la liberación de París y la caída de Hitler seguiría la de Franco. Y eso no fue así… Es una cuestión que aparece en vuestros tres cómics.

Paco Roca: Claro, es lógico que lo pensaran. En cambio, los abandonaron. Ahí se junta una carambola histórica además del hecho de que Franco no servía ni para malo. Debería ser tan patético de cara a los aliados que hasta pensarían que no era ni peligroso. Pérez Reverte habla muchas veces de los trenes perdidos de España en favor del progreso… De cuando España se decantó por el catolicismo en lugar de por el protestantismo y de cuando después de vencer a Napoleón retornó el Rey y perdimos la Constitución… Pero yo pienso que hay un tercer tren perdido y que se da cuando los aliados dieron la espalda a España.


Altarriba: Nueve años después del fin de la Guerra Civil, los anarquistas aún no se daban por vencidos. Incluso tres años más tarde de acabar la 2ª Guerra Mundial, porque no daban crédito y, desde distintas instancias políticas, intentaron hacer todo tipo de presión.  Querían que la batalla continuara para desalojar a Franco y no hubo manera de conseguirlo.


Gallardo: Acabada una guerra tendrían que haber empezado otra.

Paco Roca: De ser así, supongo que todo habría ocurrido muy rápido ya que todavía era el momento de hacerlo.

Gallardo: Luego hubo el último intento de invasión, con los maquis…

Paco Roca: Bueno sí… Pero ya estaba casi condenada al fracaso. La gente ya no quería otra guerra civil.

Gallardo: La gente como mi padre, a lo largo de los años 50 y 60, estaba dispuesta a cualquier cosa pero no a pasar por otra guerra.

Roser: Ahora no recuerdo en cuál, pero en uno de vuestros cómics aparece eso que dices, Miguel… La idea de “pasaré por cualquier cosa pero no quiero otra guerra”.

Gallardo: Hay una cosa que falta contar y son las historias de la sociedad civil. Mi madre y mis tías me explicaban cómo se las apañaba la gente en Barcelona para sobrevivir y aquí hay relatos muy interesantes.

Roser: Es curioso porque mi familia nunca hablaba de la guerra. Yo, hará cosa de un año me enteré de lo de mi abuelo con la FAI y fue por pura casualidad. Entonces fue cuando mi madre me contó que era el diario de l’avi Pere, que escribió tras salir de la Checa de la Bonanova. ¡Eso me dejó de piedra! Ella lo encontró tras la muerte de mi abuela, hace unos 20 años, y lo tuvo guardado todo este tiempo sin decirme nada.

Paco Roca: Hemos tenido más de 30 años de una historia contada desde un solo punto de vista.

Gallardo: Y el ámbito familiar en el que, a veces, aparecían estas historias…

Roser: Me imagino que el caso de mi abuelo ha estado siempre escondido porque no estaba bien visto, dentro de la propia familia, que él fuera “del otro bando”. De hecho, cuando lo colgué en el blog, me llamó mi hermano muy enfadado porque, según él, pintaba al abuelo de muy facha. ¿Pero qué quería que hiciera, si resulta que lo era?

Paco Roca: Ahora parece que, para contar historias desde ese bando, las tienes que justificar. Hay un libro de Pérez Reverte, sobre su padre, que había estado en las Brigadas Azules. El libro está muy bien. Está escrito desde el punto de vista del padre. Ahí Javier se justifica un poco con su misión y todo eso. Pero también es verdad que hemos tenido 30 años desde un único punto de vista y también está bien saber cosas del otro.

Gallardo: Yo tengo alguna anécdota de mi familia buenísima. Mi abuela tenía un marido bastante peculiar. El abuelo Valeriano, que no aparecía mucho por casa y, cuando venía, le hacía un hijo. Así que mi abuela tuvo 6 o 7 niños y ella fue la responsable de educar a toda esa cuadrilla. Ella me contaba que, durante la Guerra Civil, un día subieron a su casa los de la CNT con una ametralladora. Ella tenía ahí colgado un Jesucristo y los vecinos siempre le decían… “¡Señora Antonia, si vienen los de la CNT la van a fusilar!”. Y ella les respondía… “Pero si estos no tienen ni idea… Yo les digo que es el retrato de un tío mío y ya está…”(risas). También hay otra historia que cuentan mis tíos, que por aquél entonces serían unos adolescentes o aún más pequeños. Es sobre el día que entraron las tropas nacionales y se fueron los republicanos. Justo en ese momento, parce que hubo un par de noches de descontrol total. En ese tiempo, los vecinos de la escalera de mi abuela descubrieron que los republicanos se habían dejado un camión entero de avituallamiento. La gente se tiró a lo bestia a pillar todo lo que podía. Incluso había silos de aceite en los que algunos murieron ahogados porque se metieron dentro. Mis tíos, por su parte, descerrajaron un  estanco que había en frente de casa para pillar tabaco y cambiarlo por pan en la Plaza Tetuán, que es donde se ponían los nacionales.

Paco Roca: A veces pensamos en cuál es la imagen del final de la Guerra Civil. Habitualmente recordamos el discurso ese de "En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado.” 



Gallardo: O la entrada de las tropas nacionales en Barcelona. Según cada familia, ese momento se viviría distinto. Además, tanto durante la guerra como en la posguerra había gente muy mala… Porteros dispuestos a acusar a quién fuera hasta por otras razones que no fueran políticas y cosas así.


Roser: Una época en que casi nadie podía fiarse de nadie. Era todo desconfianza.

Paco Roca: Pero hay un montón de historias de ese final de la guerra y eso es algo interesante porque supone ponerle cara al momento. O el final de la guerra en Alicante…

Roser: ¡Sí, con ese principio brutal de “Los surcos del azar”! Tan contundente… Ahí lo clavaste, Paco, porque enganchas al lector y haces que no pueda soltar el libro. Al menos, a mí me pasó. Tras leer los dos primeros capítulos, que subisteis a Internet, pensé “voy a escribir rápidamente a Paco".

Paco Roca: Es un truco narrativo… Intentar buscar un buen enganche empezando desde el final de la guerra civil en ese momento desde el puerto de Alicante. Era muy potente… Y todos los testimonios que encontré de ese final eran muy dantescos… Gente desesperada que se suicidaba y cosas así.


Roser: ¿Pudiste hablar con supervivientes de ese episodio?

Paco Roca: No… Directamente no he llegado a hablar con nadie. Sí que conocí a dos excombatientes de “La Nueve” pero eso fue antes de tener claro que iba a hacer esta historia. Por lo que todas las dudas que tenía ya no pude consultarlas con ellos. Tiré mucho de documentación en libros sobre ese final. Luego, te das cuenta que hay muy poca documentación sobre el exilio español. Hay libros escritos en la época que, por una parte, están muy manipulados y, por otra, no coinciden los datos en ningún sitio acerca de la gente que se exilió en el Norte de África.

Gallardo: Esa parte del exilio en el Norte de África la has hecho muy bien. El otro día lo comentaba con alguien que me decía que ese episodio le sonaba a chino.

Paco Roca: Toda eso es muy desconocido. En cambio, gente como Max Aub estuvo en uno de esos campos. Te podías encontrar a Semprún en Mauthausen, Max Aub en África...

Gallardo: Mi padre volvió a España cuando empezaba la II Guerra Mundial. En ese momento le dieron a elegir entre ir a la legión extranjera, los campos de trabajo o volver a España.


Roser: A España para que te fusilen... Eso es recurrente en vuestros cómics...

Gallardo: Él decidió volver a España y lo mandaron a Mataró donde estaban todos destinados como trabajadores para África.

Paco Roca: Mi abuelo también estuvo en África. Era republicano y acabó en el Sáhara pero no me ha llegado nada de la historia. Sólo por los tatuajes que llevaba supe que se los había hecho allí pero mi padre jamás me habló de ello. Supongo que se debe a que querían olvidar todo lo mal que lo pasaron. Si hubiesen sido vencedores habrían estado todo el tiempo hablando de ello pero como no fuer así... Al final les obligaron a olvidar.

Altarriba: El trato que recibían era el de “sois unos cobardes que habéis perdido la guerra y, si queréis demostrar que tenéis agallas id a la legión extranjera. O, si tenéis narices, volved a España. Y no os quejéis porque tenéis lo que os merecéis”.

Roser: Mucha gente, como vuestros padres, Miguel y Antonio, pasaron gran parte de su vida en silencio.

Altarriba: Mi padre empezó muy tarde a hablar de ello. No dijo nada hasta después de la muerte de Franco.

Gallardo: Además era peligroso hablar...

Paco Roca: ¡Tú dirás, si hubieron 50.000 ejecuciones tras la guerra! Me imagino que los dos bandos hicieron sus salvajadas durante la Guerra Civil pero lo que fue terrible era ese afán de venganza del franquismo. Entre las ejecuciones y las encarcelaciones había un miedo terrible a que cualquiera te pudiera denunciar.

Gallardo: El otro día, Darío Adanti me comentaba que en Argentina ellos hablan de 30.000 desaparecidos mientra que en la Guerra Civil hay 1.000.000 de personas desaparecidas y, en cambio, no les hemos dado la relevancia que, en Argentina, les dan a sus desaparecidos.

Paco Roca: Hace poco leí un artículo sobre "La Nueve" escrito por una persona del PP a quién jamás oirás decir que el franquismo era una dictadura fascista. En cambio, era muy curioso porque ahí hablaba de "La Nueve" como "de los nuestros...". De esa gente española, heroica, que había luchado contra el fascismo. Aunque al final se le escapa decir que, lástima que junto a la bandera francesa no ondee la que representa a todos los españoles. Y eso es porque, desde que Hollande es el Primer Ministro de Francia, la bandera republicana ondea junto a la francesa.

Gallardo: Así que, aunque por una parte habla de que "los nuestros estuvieron allí" supongo que solo se refiere a que eran españoles, omitiendo lo de republicanos ¿no?

Paco Roca: Claro, además esos españoles luchaban contra lo que esta persona condena.

Roser: La vuelta a España de vuestros padres, Miguel y Antonio ¿suponía para ellos un fracaso?

Altarriba: Cuando yo tenía unos diez años empecé a ir a Francia, a casa de los amigos anarquistas de mi padre. Allí fue donde empecé a oír hablar por primera vez de todas estas historias y de las propias de mi padre. Yo veía que estos amigos suyos no habían tenido que pasar por la humillación de someterse al régimen contra el que habían luchado. La decisión de mi padre de volver a España es un poco difícil de explicar y, en su caso, fue por varias razones. Una, la muerte de su madre. Otra, que su prima Elvira le ofreció trabajo en España. Mi padre, en ese aspecto, conoció los dos exilios. El exilio exterior, durante esos 11 años que estuvo en Francia, y el exilio interior en España desde que volvió en 1950 hasta que Franco murió. Y este aún fue peor porque se sentía como un zombi político al que sólo le quedaba acatar y obedecer a aquellos contra los que estuvo  combatiendo.


Roser: Por otra parte, Miguel, suerte que tu padre cambió de opinión en el último momento porque, según cuenta, sus compañeros que escogieron ir a los campos de trabajo acabaron todos muertos tras ser apresados por los alemanes.

Gallardo: Ya, pero las posibilidades de que lo apiolaran aquí también eran grandes. Ten en cuenta que los que tenían un rango de oficial para arriba lo tenían mal. De hecho, nada más llegar al puerto de Barcelona lo amanillaron y se lo llevaron.


Paco Roca: Y ellos no sabían a lo que se exponían tomando una decisió u otra. Les daban a elegir tres opciones de las cuales ni una parecía buena.

Gallardo: Eso lo explicas muy bien, Paco, en "Los surcos del azar".

Roser: A tu padre, Miguel, todo el mundo le advertía que volver a España sería la muerte para él. Aun así volvió.

Gallardo: Tuvo la chamba que, en lugar de enviarlo al Sáhara, el jefe del campo en el que fue a parar hubiera estudiado la carrera con él. Y a partir de ahí ya fue todo mejor. Es un poco lo que explica Paco en su cómic. Tienen un tiempo muy breve para tomar decisiones en las que te juegas la vida.


Paco Roca: Imagínate la situación. Estás en un campo y te dan a escoger entre volver a España, alistarte a la legión extranjera o ir a los campos de trabajo. ¿Qué eliges?

Gallardo: Mi padre no tenía contactos en los sindicatos ni contactos políticos. Por lo tanto, él era material sobrante. Pero hay una cosa muy bonita que ocurre en el libro, y que tiene que ver con el título, y es cómo el azar hace que se vuelvan a reencontrar personas con unas posibilidades de morir enormes y que se ayudan entre ellas.


Paco Roca: Cierto, y es curioso que dentro de la República, como ocurre también ahora en la democracia, había muchas opiniones diferentes y gente que no tenía nada en común. Por ejemplo, comunistas y anarquistas. Pero había algo que los unía a todos y que era la lucha contra el fascismo.

Gallardo: También había un estrato inferior que era la familiaridad. Este fue el caso de mi padre con el hombre ese del campo de trabajo con el que estudió la carrera. Vale, también te puede tocar un hijo de puta y la puedes cagar. Pero de pronto, eso también contaba. El saber que el otro pensaba que tú eras buena persona y que en realidad estabas equivocado.

Roser: Sí, pero a veces también se daba la situación contraria. Tu padre cuenta que hubo personas a las que ayudó y que, una vez acabada la guerra y ya bien posicionadas socialmente, no quisieron saber nada más de él.

Gallardo: Sí, y quedarse con la sensación esa de ser un apestado y de que nadie quiere saber nada de ti.


Paco Roca: Lo interesante de contar este tipo de historias es que la gente que las vive está al límite y que cualquier decisión que se deba tomar puede llegar a ser dramática.

Gallardo: Son las fronteras esas de los últimos días... Como cuando los americanos se iban de Vietnam.

Paco Roca:Es un terreno donde sale lo mejor y lo peor de las personas. Hay tanta gente que se ayuda como lo contrario. En realidad, lo que hacen es intentar subsistir.

Gallardo: Normalmente pierdes gente por el camino... Yo he perdido amigos que han muerto. Pero esas cosas suelen ocurrir en periodos muy largos en el tiempo y te toca muy de tarde en tarde. En cambio, en una guerra esto ocurre a diario.

Roser: Cierto. Y eso me hace pensar en un momento de "Los surcos del azar" en que el protagonista explica que, si se muere tu compañero en la guerra, es casi un descanso para ti porque eso significa que tú sobrevives.


Gallardo: Hay un libro muy bueno de Chumy Chúmez que se titula "Yo fui feliz en la guerra". Aquí cuenta que a él la guerra lo pilló en Bilbao cuando tenía unos diez años y explica cómo la vivió, siempre desde el punto de vista de un niño. Y te das cuenta que, para un niño, la guerra era de puta madre porque no había colegio y cada día pasaban cosas. No era una vida monótona sino que había cambios constantes y eso a los niños les gustaba.


Roser: A los niños les gusta la guerra. Supongo que es algo emocionante para ellos. Mi propio hijo es muy bélico.

Gallardo: Es un periodo excepcional, de incertidumbre total, en la que la gente no sabe qué ocurrirá. De hecho, muchas familias acabaron separadas por culpa de la guerra. Unos en un sitio y el resto en otro.

Roser: En "Los surcos del azar" eso se ve muy claramente en los primeros capítulos del final de la guerra en Alicante.

Gallardo: Hay un libro que se llama "Tres días de julio" que va desgranando lo que ocurría el 18 de julio en todos los rincones de España y es curioso porque ves que, en esos momentos, no tienes capacidad de decisión y que lo que te pasa no lo puedes remediar.

Roser: Por otra parte, Paco, en “Los surcos del azar” muestras de forma muy gráfica lo que ocurre a veces en el periodismo, que hurga en las heridas de la gente para conseguir la información buscada.

Paco Roca: Yo lo pensaba sobre todo en el caso de “Arrugas”. Yo vivo de estas cosas y busco temas que me interesen y que también me den de comer. Entonces piensas que lo que haces es hablar, por distintos motivos y de forma egoísta, de ciertas cosas. Es posible que lo hagas para sensibilizar a la gente, como con el Alzheimer. Pero también te das cuenta que, si realmente te interesasen tanto estas cuestiones, trabajarías en una ONG.


Gallardo: Pero escribir un libro sobre ello también es una forma de interesarse sobre el tema ¿no?

Paco Roca: Sí… Pero de ahí pasas a otro tema… Del Alzheimer a los dibujantes de Bruguera de los años 50… Y después a los republicanos españoles de “La Nueve”…

Gallardo: Pero tú eres un narrador. Antes lo has dicho. Coges un tema y lo narras de tal manera que la gente capta lo que les quieres transmitir. Yo he visto decenas de ejemplos de gente que ha tenido verdaderos temazos sobre la mesa y que, en cambio, se les caen de las manos a la hora de narrar. En cambio tú mezclas una cosa y la otra y haces que temas como el de Bruguera sean accesibles a todo el mundo. Era una cosa de práctica leyenda de la que los dibujantes siempre hemos hablado y tú apostaste por ella.

Paco Roca: Pero volvemos a lo de antes. Tú tienes una hija autista y, como padre, has vivido el caso.

Gallardo: Sí, pero podría haber vivido esa situación y haber montado un pepino de historia…

Paco Roca: Como decía Paul Auster, las cosas le pasan a quien sabe contarlas.

Gallardo: En el caso de María, he tenido que esperar a que la historia me cantara al oído. Para mí, no tenía sentido contar su historia cuando ella tenía dos años porque esa niña un día sería muy diferente. Y con la historia de mi padre, más o menos igual. La diferencia está en que el libro sobre la guerra de mi padre se ha perdido en el olvido. En cambio el de “María y yo” no. Fue una cosa más trascendente.

Roser: Por cierto, Paco… ¿Cómo eliges los temas de cada uno de tus cómics?

Paco Roca: Escojo temas que me remuevan por dentro. En cuanto a los republicanos de “La Nueve”, me interesaba saber por qué decidieron luchar por esta idea. Hablamos de todos los españoles que salieron de España pero los que acabaron en el ejército de De Gaulle fueron apenas 200 o 300. Luego, muchos regresaron a España. Otros salieron por África… Pero hubo un pequeño grupo que luchó hasta el final y eso fue porque, para ellos, luchar contra el fascismo era tan necesario como respirar.

Gallardo: Es una cantidad equiparable a los españoles que se quedaron en Berlín, de la Legión Azul. Por otra parte, ahora pienso que “Arrugas”, “El invierno del dibujante y “Los surcos del azar” de pronto se han convertido en una trilogía de perdedores porque España es un país de perdedores. Nuestros héroes siempre son los perdedores…

Roser: Tan perdedores que en Cataluña conmemoramos la gran derrota del 11 de septiembre de 1714.

Paco Roca: Igual es un poco por el tema judío-cristiano del perdedor y la víctima más que el ganador.

Gallardo: O también un poco la idea anarquista esa de importarte todo un pepino y de hacer lo que piensas…


Y hasta aquí mi cita con Paco Roca y Miguel Gallardo. Luego tuvimos que salir fletados del restaurante porque a Paco le esperaba una tarde muy movida. Un par de entrevistas y la presentación del cómic por la tarde a la que, evidentemente, no falté.