lunes, 26 de agosto de 2013

Los paseos públicos de Barcelona según Manuel Angelón (1854)



El capítulo que he escogido para esta semana es el dedicado a los paseos públicos y lo he hecho por ser una descripción realista y a la vez llena de ironía de unos cuantos lugares que los barceloneses conocemos muy bien. El Passeig de Sant Joan, la Rambla (que ocho años después conoció Hans Christian Andersen) y el Passeig de Gràcia son algunos ejemplos. Pero también habla de otros espacios que ya no existen y, por tanto, más desconocidos para nosotros como los Campos Elíseos que eran unos grandes jardines con parque de atracciones incluido y que ocupaban varias manzanas del Eixample (desde la Diagonal hasta la calle Aragó). Hoy en día tampoco queda nada del Jardín del General que se ubicaba entre la actual avenida del Marquès de l’Argentera y la Ciudadela, frente l’Estació de França. Y el Tívoli de ahora no es como el de 1854 que estaba al aire libre y se celebraban bailes y conciertos, aunque sí coincide la ubicación.

En fin, que la Barcelona decimonónica tenía unos cuantos paseos públicos donde salir a pasarlo bien. Algunos siguen ahí y los barceloneses del siglo XXI solemos pasear por ellos.  Otros fueron borrados del mapa en posteriores remodelaciones urbanísticas pero tenemos la suerte de conservar documentos históricos como la guía de Miguel Angelón que dejan constancia de lo que hubo una vez.

“PASEOS PÚBLICOS
El paseo nuevo, o de San Juan, está formado por siete calles de árboles y dos hileras de faroles, cuya brillante luz convierte de noche aquel sitio en un edén de oscuridad. Ocupan su calle céntrica cuatro surtidores, en cuya destrucción compiten y compitieron la porquería, las piedras de los muchachos y los cañones de la ciudadela. Los vigilantes que cuidan de la conservación de aquel paseo, tienen un continente gallardo, marcial e imponente. Al que no le falta un brazo, le faltan dos piernas; unos no tienen pies, y otros ni pies ni cabeza. Así no queda piedra en su sitio, árbol sano ni flecha de hierro en respaldo de banco. La concurrencia al sitio es brillante;  de día, nodrizas con sus niños chupa que chupa, y criadas con asistente charla que charla. Cuando llega la noche, tienden su vuelo por aquel espacio pájaros de casta desconocidas, con alguna que otra lechuza que va a recoger lo sobrante del aceite de los faroles.

El passeig de Sant Joan con la fuente de la Caperucita roja, obra de Josep Tenas Aliva (1921)
El jardín del General, según era antes, y modernamente el jardín municipal, es un gasto supérfluo que la ciudad sostiene. Con que el ayuntamiento comprara una alfombra floreada, de no muchas varas de extensión, y la extendiera en aquel sitio, el resultado vendría a ser el mismo. Por supuesto, se tendrían que poner algunas jofainas de agua puerca figurando surtidores, una jaula con tres jilgueros y un mochuelo para asustar a las criaturas.

El paseo de la Rambla es un verdadero salón de baile de máscaras, donde simultáneamente corren bromazo padres y madres, hijas e hijos. Los trajes varían caprichosamente: los hay de novios, trajes semiseros y caretas dadas de almazarrón; los hay de suegra, traje de bruja; los hay de solterones con alas y aguijón de mariposas, zumbando en torno a las niñas, traje de rosas, desde el capullo hasta la rosa plena. En este sitio no es extraño que de un codazo le dejen a uno los botones del frac metido dentro de las costillas o que de un pisotón le hagan ver las estrellas a mitad del día.



La Rambla vista por Opisso durante una "Diada del llibre" en los años 20

El paseo de la Muralla del mar tiene un piso el más a propósito algunas veces para enterrarse uno en vida. Corren por él unas brisas reumáticas muy poco apetitosas; y cuando sopla el sur, los concurrentes disfrutan del espectáculo más sorprendente, cual es los buques anclados en el puerto bailando un vals infernal.

La muralla de mar retratada por Joan Martí i Centelles (Arxiu Fotogràfic de Barcelona)

El de Santa Madrona es el paseo lazatero, frecuentado por los que van a medicarse con los baños rusos. Últimamente ha aparecido allí una farola por arte de birbibirloque, cuya procedencia, género y gusto son desconocidos.

la calle Sta Madrona en 1854 era conocida como "paseo" que albergaba esta casa de baños
El paseo de Gracia no ofrece más inconveniente que el de tragar polvo a todo pasto o verse atropellado por un carruaje al atravesar alguna de sus calles. Recientemente se han colocado en este sitio faroles de gas, a los cuales deseamos larga vida y mejor luz. Hay unos surtidores cuyos juegos distan mucho de ser los de Versalles o la Granja; en verano provocan la sed, y en invierno aumentan el frío. Este paseo ofrecía tanta seguridad a los pacíficos transeúntes, que la autoridad, por mera precaución, ha debido colocar más centinelas que hay en un campamento.

El passeig de Gràcia en 1912
Los Campos Elíseos es un paseo deliciosísimo, con juegos muy entretenidos y muy caros. Allí puede uno marearse en el columpio, dormirse en los caballitos, desnucarse en las montañas rusas, descomponerse la muñeca en el regulador de los puñetazos, atolondrar en el peón holandés, fastidiarse en el billar a la inglesa, bogar en un barreño de agua, dejarse arrastrar por dóciles cabritos, perder la paciencia en la paloma, reventarse bailando, pillar una indigestión en la fonda o coger una turca en el café. Todo esto proporcionan los Campos Elíseos por menos de 80 reales diarios.

La montaña rusa de los Campos Eliseos fotografiada por François Marie Gobinet sobre 1854
El Tívoli es un sitio de recreo. De cuando en cuando se ilumina a la veneciana. Y a fe que si Venecia no tiene mejores luces, muy a menudo se quedará a oscuras. Sopló una cierta noche un poco de viento, y a lo mejor el salón de baile se fue por los aires bailando la polca. En este sitio por media peseta se recrean los cinco sentidos: ver, oír, oler, gustar y tocar.

El Criadero es un paseo de pintoresca y picaresca situación. Tiene árboles y luego más árboles, y después árboles, y por variar otros árboles, y un café entre árboles, donde por lo regular se sirve de todo menos lo que el consumidor pide. En recompensa, si las dosis son malas y escasas, el precio es caro; y en lloviendo, los concurrentes toman un baño gratis.

La Fuente de Jesús tiene un aspecto campestre muy pronunciado y una agua riquísima que, por supuesto, habiendo vino, nadie bebe. A un lado del salón hay un establo y cerca un estercolero, y andando por entre las piernas de los concurrentes unos falderitos que el más débil descabezaría un hombre de un bocado.

El Jardín de la Ninfa, de ninfa silvestre será. Frecuentemente lo más selecto de cierta aristocracia se reúne bajo su entoldado, donde con la mayor frescura en invierno y con el mejor calor en verano, entra y baila todo el que quiere y paga, con la condición precisa de no ir en mangas de camisa ni con zamarra. Estas son precauciones adoptadas por los dueños para que la escogida concurrencia no se vea obligada a alternar con gente de poco más o menos.”


Para terminar con los paseos debo decir que no he encontrado fotos de ninguno de los cuatro últimos (Tívoli, Criadero, Fuente de Jesús y el Jardín de la Ninfa) pero, por lo que he podido saber, todos se hallaban en el Eixample a lo largo del passeig de Gràcia.

jueves, 15 de agosto de 2013

Guía satírica de Barcelona (1854) - Parte II



Tal como prometí la semana pasada, continúo con la transcripción de esta pequeña joya de la Barcelona decimonónica vista por los ojos de Manuel Angelón. El capítulo de hoy, dedicado a las calles de la ciudad no tiene desperdicio. El libro fue escrito poco antes de la apertura de la calle Princesa y aquí su autor dudaba que algún día pudiesen acabar las obras de construcción.

“LAS CALLES DE BARCELONA
No hay Guía de nuestra condal ciudad, sea dicho plagiando a nuestros poetas compatriotas, que no saben nombrar a Barcelona sin lo del condal pegadito; no hay Guía, decimos, antigua o moderna, que no haga especial mención de la capital de principado por sus calles tiradas a cordel y magníficos empedrados. Reniego de quien tal diga. Hay gentes a quienes la pasión les quita los ojos; bien dice el refrán, que el escarabajo a sus hijos les llama perlas.

Por lo que hace a nuestras calles tiradas a cordel, bien puede ser que lleguen hasta tres. A juzgar, por las restantes, quien quiera dibujar a poca costa el plano de Barcelona, siga el sistema que le vamos a decir, que si no es geométrico es cómodo, y da un resultado casi matemático. Tome una madeja de hilo my enmarañada, enmaráñela más, mucho más, y el resultado dará por copia el plano de Barcelona, o lo que es lo mismo, un laberinto de líneas, formando ángulos, triángulos, círculos y semicírculos, pero nunca paralelas. Adjunto damos un croquis que expresa la idea con mucha aproximación.


Y no se crea que hablamos de Barcelona antigua. Véanse sino las calles últimamente abiertas: unas están torcidas como la culebra de Esculapio , otras hinchadas como vientre de Hidrópico; en la de Escudillers se ha abierto una a la de Gignàs, que con la cabeza busca los pies, así como los perros que se muerden la cola; la de Jaime I… ¡Buena está la rectitud de don Jaime…! Casa hay que no parece sino recluta formado en parada de veteranos, según que se sale de la línea. A bien que ahora tendremos la calle de la Princesa, que dentro de muchos años, quizá nuestros nietos lo vean, quedará terminada, y traerá, al decir de la pasada Corporación Municipal, luz y ventilación por aquellos barrios; lo cual, si es así, no será poco.

La calle Princesa actualmente
Nosotros no lo dudamos. Luz traerá, y aun luces…cuando las enciendan de noche. La ventilación no será poca, pues en invierno han de soplar por tal calle unos vientos, que mejor fábrica de catarros y pulmonías no la concibieran los médicos. En cambio nos chuparemos los dedos de gusto el día en que desde la Plaza de la Constitución divisemos los árboles del Paseo de San Juan y los cañones de la Ciudadela, aunque esto del divisemos será según y conforme la línea, que también la calle de la Unión debió abrirse frente a la de Fernando, y por poco, a no estar de por medio la de Conde del Asalto, se nos escapa frente la de Escudillers.

En cuanto a fachadas y frontispicios vamos bastante bien, especialmente desde que se ha hecho moda revocar los de las iglesias de un modo tan nuevo como ingenioso. V.G. La de la Trinidad era de piedra grosera, lo cual si no es vistoso para los aficionados a las churriguerías, es respetable para los artistas y para los cristianos. Cata, sin embargo, ahí,, que como hemos llegado a un tiempo feliz y de muy exquisito gusto, en que lo nuevo es bueno porque es nuevo, y lo antiguo malo porque es antiguo, se embadurna la fachada de piedra y se la da una mano de color chillón, imtando… ¿imitando qué?, imitando piedra, es decir, imitando lo que hay debajo y se ha borrado, con sola la novedad, que ahora es fingido lo que antes era real, cosa que le cuadra perfectamente a este siglo de las apariencias.

En los frontis de las casas no ha quedado mejor parada la naturaleza. Desde que les entró a los propietarios la manía del estuco, han descubierto los pintores tan nuevos mármoles y jaspes, que nunca pico ni azadón los arrancaron más raros a las entrañas de la tierra. Por supuesto que desde el azul celeste al naranja, no hay color mal escogido que no esté peor combinado. Para imitar el mármol está decidido que todos los colores son buenos menos el blanco.

Por lo que a la nivelación hace, ya puede Barcelona apostárselas con Madrid y la ciudad de las Siete Colinas. La calle de Fernando es un modelo. Si se tirara una línea horizontal desde la mitad de la rampa hasta el paseo de la Rambla, tendríamos como demuestra el adjunto dibujo, que la mitad de las tiendas quedarían convertidas en sótanos y la otra mitad se elevaría a la altura de los primeros pisos. 
Calle Ferran

martes, 6 de agosto de 2013

Guía satírica de Barcelona (1854) por Manuel Angelón


Portada de la edición que compré, de 1946
Uno de los placeres de las vacaciones es que puedo dedicar algo más de tiempo a la lectura. Justo en mi primera semana he acabado Historia y leyenda del barrio Chino (Paco Villar) y empezado Victus (Albert Sánchez Piñol), que me tiene bien enganchada. A ratos también voy leyendo un librito titulado “Guía satírica de Barcelona (1854)” que compré hace unos días en la librería Canuda, donde a veces descubro pequeñas joyas como esta. Lástima que en nada eso ya no lo podré hacer. Digo lo de meterme en la Canuda y hurgar en sus tripas hasta dar con las rarezas más insospechadas sobre la historia de mi ciudad. Otro comercio histórico que perdemos a cambio de un “MANGO” más.

Pero a lo que iba. Una tarde, mirando entre las pilas de libros encontré esta “Guía satírica de Barcelona (1854).- Bromazo Topográfico-Urbano-Típico-Burlesco” incluida en la serie Monografías históricas de Barcelona”, todas ellas publicadas por Ediciones Librería Millà, en 1946. Editorial que se ubicaba en la calle Sant Pau, 21.


El libro que cayó en mis manos es una reedición del que en su día escribió Manuel Angelón e ilustraron Moliné y Ferran. Libro que fue impreso en la calle Escudellers, 40, en la Imprenta de Ramírez.


La llamada “Guía satírica” es una crónica de la Barcelona de 1854 y, con su lectura, he descubierto cantidad de cosas que desconocía sobre mi ciudad, como que la fuente de la Plaza Medinacelli tiene unos surtidores que, recién inaugurada, se tuvieron que inutilizar debido a su mal diseño inicial que dejaba perdidos a los transeúntes, como luego verán. Pero ahora el problema está solventado y el Dios Tritón arroja agua a borbotones sin mojar a nadie.

La semana pasada pude comprobar que ahora los surtidores funcionan a la perfección sin mojar a nadie

Su autor, Manuel Angelón llegó a Barcelona procedente de Lleida para estudiar la carrera de Derecho pero además de ser abogado acabó ejerciendo un montón de oficios más: periodista en el diario “El Áncora”, director de “La ilustración artística” y del semanario satírico “La Flaca”, novelista y autor de teatro fueron algunas de sus ocupaciones, por decir tan sólo unas pocas. Pero no me extenderé en su biografía ya que lo que más me interesa es lo que cuenta en este libro que he querido compartir en el blog. Por eso, a lo largo de este mes de agosto iré subiendo los capítulos que más me hayan gustado, siendo el primero de ellos el dedicado a la Plazas de la ciudad.

“PLAZAS

La de Palacio tendría muy poco que objetar, si el ala que hace frente a las puertas del mar no desdijera en grado sumo de las tres restantes. Sus casas son feas, viejas, negras y raquíticas. El todo pudiéramos compararlo a un hombre vestido a la última moda y que se hubiera puesto un chaleco usado, remendado y sucio de su abuelo.

La del Duque de Medinaceli es muy lindita. Tiene su jardinito con sus figuritas y un monumentito con unos tritonitos que es fama arrojaron agua en otro tiempo. Ahora no la arrojan porque la experiencia enseñó que la tal agua ponía como nuevos a los transeúntes, cosa que no se echó de ver sino después de concluida la obra. Atiéndase a que para llevarla a cabo se verificó un público certamen de proyectos, y el favorecido fue premiado con medalla y otras campanillas.



La plaza de la Constitución es notable por su empedrado, que costó tres veces más que los otros, y es tres veces más malo y otras tres veces más feo. Tiene en el centro una estrella de un mosaico de nueva especie (por fortuna la especie no se ha reproducido), que se echó a perder por colocar cierta alimaña de la que nos ocuparemos luego. En doce horas de trabajo podría recomponerse de sobra, pero hace doce meses que a nadie se le ha ocurrido semejante idea, y esto que está a dos varas de las Casas Consistoriales.

En  la fachada del Ayuntamiento queda constancia que la Pl St Jaume era la Pl de la Constitución

Ilustración de Moliné y Ferran para el capítulo dedicado a las plazas de Barcelona

La plaza Decano es la plaza del Rey. Para que respire mejor sabor de antigüedad, de ha suprimido su empedrado, de modo que en lloviendo se pone aquello más sucio que los establos del Rey Augias, cuya limpieza figura entre los doce trabajos de Hércules. Su aspecto es lúgubre como ruina de la edad Media. Tiene a los lados al primitivo palacio de los condes de Barcelona, más negro y ahumado que gamo de escocés colgada de la chimenea; el frontis de la iglesia de Santa Águeda, convertida en almacén de decoraciones del Liceo; y algunos vestigios de lo que fue inquisición, cosa sumamente grata a la vista. Sin duda para que guarde relación con el aspecto del sitio, la fuente parece panteón. Algunas fregonas la tomaron por tal al principio, y en rigor no se les puede hacer cargo por ello.

La fuente, construida por Daniel Molina a mediados del S XIX, fue eliminada en una reforma posterior

La plaza de Santa Ana es plaza porque así la bautizaron. Por lo demás, es tan calle como todas las calles de Barcelona.

La plaza Nueva, bien pudo ser en los tiempos de Wifredo el velloso. Dos torreones tiene a la entrada de la calle del Obispo, y si algún día se pensaba en derribarles, no habría de perder nada el ornato público.



Otra hay emplazada, la cual con el tiempo, si no es una real plaza, será por lo menos una plaza Real. Tendrá un vestíbulo con pretensiones de pasaje; y aunque el terreno no escasea, bien podrá resultar que, terminada, quede un espacio libre, así como un  pañuelo de manta de señora.

Passatge Bacardí, con entrada y salida a la Rambla y la Pl. Real, construido en 1856

Otros sitios hay en Barcelona a los que pomposamente se da el nombre de plazas; pero en honor a la verdad, mejor se llamarán zaguanes.”