domingo, 26 de febrero de 2012

Inventos del TBO

El otro día cayó en mis manos este ejemplar de TBO. Según dice en la portada, año XL núm. 121. Por curiosidad se me ocurrió buscar por Internet la fecha de publicación y lo único que encontré no me cuadra con el contenido interior del TBO.

Según las fuentes consultadas en la red el número 121 del TBO se publicó en 1943 pero esto no coincide con la sección de los Inventos del TBO que aparece en este número, ya que está firmado por Francesc Tur y él se encargó de la sección en la década de los 60, por lo que deduzco que pertenece a esta década, en la segunda época del TBO.

El salvavidas Destri, de F. Tur

Como he dicho, Francesc Tur fue el ideólogo de este invento consistente en un aparato salvavidas de peatones despistados. El invento en sí fue bautizado como salvavidas “DESTRI” y funcionaba de la manera siguiente: cuando el conductor del vehículo se encontraba un peatón en su camino podía salvarle la vida accionando una palanca que levantaba una capa protectora (supuestamente acolchada) por la que se deslizaba el peatón hasta caer sentado, en el suelo, en la parte trasera del coche.

Los inventos del TBO fue una sección que se mantuvo fija en la publicación desde principios de los años 40, aunque anteriormente ya había aparecido de manera esporádica, gracias a una idea del director de la revista, Joaquín Buigas. Idea que posiblemente le viniera a la cabeza al ver la serie Inventions of Professor Lucifer Gorgonzola Butts de Rube Goldberg.

Uno de los inventos de Rube Goldberg
Lo que fue variando con el tiempo fue el nombre de la sección: Grandes inventos, Grandes Inventos prácticos, o los inventos prácticos del TBO, como ocurre en este caso. Pero también cambiaron los dibujantes. El primero fue Nit, en los años 40. El dibujante de los 50 fue Tínez mientras que Benejam, Francesc Tur y Ramón Sabatés lo fueron en los 60. De todos ellos, debo decir que Tínez y Sabatés eran peritos mecánicos de profesión y por eso muchos de sus artilugios gozaban de una alta credibilidad. Incluso Sabatés llegó a construir alguno de los suyos.

Para saber más sobre la historia de esta sección, existe el libro “Los grandes inventos de TBO” publicado por Ediciones B.






martes, 21 de febrero de 2012

El cinturón de castidad


Cinturón conservado en el Museo Arqueológico de Madrid
 Hace unos días, el señor ausente y yo disfrutábamos del mejor sushi de Barcelona en el mejor japonés de la ciudad cuando de repente me amenazó con ponerme un cinturón de castidad porque, según él, cada día estoy más guapa. ¡Buff, que cosas me dice este hombre a veces! Evidentemente no le hice caso pero el comentario me dio una idea para el blog.

Al llegar a casa me puse a investigar sobre el tema y descubrí que lo que creía saber sobre el cinturón de castidad básicamente era falso. Hasta la semana pasada estaba convencida que era un instrumento utilizado en la Edad Media y que los maridos celosos que se iban a las Cruzadas los ponían a sus esposas para asegurarse su fidelidad en su ausencia, llevándose con ellos la única llave del candado. Pues cual fue mi sorpresa al descubrir que estaba equivocada por muchas razones. La primera es que el cinturón de castidad no puede usarse largos periodos de tiempo, dos días como mucho. Si una mujer lo llevase más tiempo terminaría por morir a causa de las infecciones y abrasiones que le provocaría el contacto de la piel con el metal. Por tanto, es muy improbable que las mujeres se quedasen en casa con el cinturón puesto durante meses o años hasta la vuelta del marido. Desde luego que yo no podría, seguro que moriría antes. 

Cinturón exhibido en el Castillo del Buen Amor (Salamanca)
 En cambio, es más razonable la teoría de que era utilizado por las mujeres (voluntariamente) para protegerse de posibles violaciones y que era más usado por monjas (cuando preveían un asalto al convento, o incluso como “cilicio” para reprimir el deseo sexual tanto en conventos femeninos como en masculinos) y enfermeras que atendían a los heridos de guerra. Aunque en otras partes he leído que también lo imponían los confesores como penitencia a las fieles pecadoras.

Otro error sobre este artilugio es pensar que se inventó en la edad media. Según parece su invención fue más tardía, concretamente en el siglo XIV y se atribuye a Francesco de Carrara, conocido como el “Tirano de Padua”, un hombre cruel y extremadamente celoso que obligaba a sus amantes a llevar cinturón de castidad. Sus actos de crueldad lo llevaron a ser condenado a muerte por los venecianos en 1406. De él se dice que inventó muchos instrumentos de tortura, a parte del cinturón de castidad, que se exhibieron durante años en la Sala de Armas del Palacio Ducal de Venecia.

Defendiendo la teoría de su invención renacentista está la enciclopedia militar titulada Bellifortis (1405) de Konrad Kyeser von Eichstadt. Aquí aparece la primera referencia al cinturón de castidad, con un dibujo detallado. Al pie del dibujo hay una anotación en latín que dice que lo utilizaban las señoras de Florencia.

 
En España tenemos una leyenda que apoya la teoría de su invención medieval, ya que se dice que el “Cid Campeador” obligó a su esposa Doña Jimena a ponerse el cinturón de castidad cuando fue desterrado por el Rey en el año 1081 y tuvo que abandonar su hogar. Pero es bastante improbable que Jimena aguantara semejante tortura durante los 6 años de ausencia de su esposo. Si fuese verdad, ella habría muerto por infección o bien un cerrajero medieval le hubiera tenido que sacar el cinturón.

También se ha hablado, y mucho, del cinturón de castidad como instrumento de tortura utilizado por la Inquisición pero parece que esta no era su misión principal aunque en realidad sí que debía ser una tortura para la mujer que lo llevase. Al menos para mí sería un suplicio insoportable.

Por otra parte, si miramos aún más atrás en el tiempo, podemos retroceder hasta la antigüedad para encontrar algo parecido a un cinturón de castidad. Según la mitología griega, Hércules (que casualmente se dice que fue el fundador de Barcelona) realizó 12 trabajos para ganar la inmortalidad. El octavo consistía en tener que coger el ceñidor de oro de Hipólita, la reina de las amazonas y cuando lo hizo ella murió. La utilidad del ceñidor era de  protección contra las violaciones.

Avanzando mucho en el tiempo, ya en el siglo XIX, un médico llamado John Moodie inventó una faja de castidad (muy parecida al cinturón) que servía para evitar la masturbación femenina ya que creía que era una práctica muy generalizada que se tenía que corregir. Así mismo también inventó un aparato para evitar la masturbación masculina.



Y ya en el siglo XX encontramos el principal libro de referencia sobre el cinturón de castidad escrito por el Dr. E.J.Dingwall en los años 30. En este libro destaca el caso real de un cinturón de castidad descubierto en 1889 en Linz (Austria) durante las obras de restauración de una iglesia. Allí se encontró el cadáver de una adolescente de clase social alta que llevaba puesto un cinturón de castidad y que probablemente datase de principios del siglo XVII.

En varios museos de Europa han sido expuestos numerosos cinturones de castidad aunque la mayor parte de ellos fueron retirados al descubrir que eran falsificaciones del siglo XIX.



Para terminar, les diré que hoy en día se siguen construyendo cinturones de castidad y que se utilizan principalmente como juego sexual entre las parejas. Al menos esa es la conclusión a la que he llegado después de ver la cantidad de webs que existen dedicadas a la venta de este artilugio.

miércoles, 15 de febrero de 2012

El hombre que quiso matar al Rey Fernando el Católico

Fernando el Católico
Si después de saber lo que le pasó a la pobre Eulalia con los romanos aún les queda cuerpo para más torturas les contaré lo que le ocurrió a un tal Joan de Canyamars que quiso matar al rey.

Por lo que parece, Joan de Canyamars era un payés de una aldea llamada Canyamars (hoy en día forma parte del Vendrell) que no estaba de acuerdo con la Sentencia Arbitral de Guadalupe (1486) dictada por Fernando el Católico para acabar con las Guerras de las remensas, que tantos dolores de cabeza le traían.

Para quien no conozca las remensas les diré que fueron una serie de revueltas de los campesinos contra las presiones y maltratos a las que eran sometidos por parte de sus señores feudales.

La Sentencia de Guadalupe fue aceptada por ambas partes (campesinos y señores feudales) y sirvió para terminar con los abusos y malos tratos a los payeses a cambio de un pago a los señores feudales, obligatorio para todos los campesinos.

Por lo que parece, al tal Joan no le gustaba la Sentencia y no quería pagarle nada a su señor ni tampoco recibir presiones de ningún tipo. Y como el responsable de la sentencia era el rey, la tomó con él y decidió asesinarle.

El día propicio para llevar a cabo su plan era el 7 de diciembre de 1492, ya que Fernando el Católico se encontraba en Barcelona para asistir a varias causas judiciales. Cuando el rey terminó con las tareas propias de su cargo, se dirigió desde la catedral hacia sus estancias en el Palau Reial Major (en la Plaça del Rei) acompañado de su séquito. Justo ahí apareció Joan de Canyamars armado con una daga con la que le asestó una puñalada en el cuello mientras gritaba “¡Devuelveme la corona, que es mía!”.

Plaça del Rei, donde Fernando el Católico fue agredido
Inmediatamente, los guardias reales saltaron sobre el agresor y no lo mataron allí mismo porque el rey se lo impidió. Prefirió dejarlo en manos de la terrible Inquisición, que lo condenó a muerte por intento de asesinato (referente al Tribunal de la Inquisición, debo decir que  su sede estaba en el lugar donde ahora se encuentra el Museu Marés, en la Plaza St. Iu).

Manuscrito de la época que relata el atentado al rey
El pobre Joan fue detenido y torturado durante cinco días y, posteriormente, condenado a muerte. En este tiempo lo único que consiguieron hacerle confesar era que quería matar al rey porque pensaba que él lo sustituiría en el cargo. Una excusa como cualquier otra para que lo dejasen en paz.  Pero la verdadera razón no la llegó a confesar. Pasado este tiempo, lo llevaron de nuevo a la Plaça del Rei donde lo obligaron a subirse a un carro y lo ataron y torturaron mientras recorrían la ciudad. Durante el recorrido por las calles de Barcelona (Carrer del Blat, Plaça St Jaume, Plaça Nova y Passeig del Born) recibió las siguientes torturas: le arrancaron los pezones con unas tenazas al rojo vivo, le cortaron las piernas, la nariz, le arrancaron los ojos, lo descuartizaron en el carrer St Pere y finalmente murió desangrado a la altura del Passeig del Born. Entonces el carro se llevó el cuerpo fuera de la muralla donde fue incinerado.

En la Plaça St Jaume le arrancaron un ojo y le cortaron la naríz y una pierna
Las crónicas de la época describen más o menos de la misma forma el suplicio de este hombre aunque difieren en dos detalles. Según Andrés Bernáldez también le sacaron el corazón por la espalda, mientras Pere Miquel Carbonell dice que lo que le sacaron fue el cerebro y no el corazón. De todos modos, tanto da si le sacaron el corazón o el cerebro ya que todo lo que le hicieron fue una gran salvajada.

viernes, 10 de febrero de 2012

Eulalia: una barcelonesa muy valiente en tiempos romanos

Santa Eulalia

Esta semana es Santa Eulalia. Concretamente el domingo 12 y Barcelona lo celebra por todo lo alto este fin de semana. Eulalia fue la patrona de Barcelona hasta que, en el año 1687, la Virgen de la Mercè salvó a los  barceloneses de una terrible plaga de langostas y, como agradecimiento, el Consell de Cent le otorgó el título que hasta entonces había pertenecido a Santa Eulalia. Pero esta es otra historia de la que me ocuparé en su momento ya que la protagonista de  hoy es Santa Eulalia.

Eulalia era una jovencita de 13 años que tuvo la desgracia de pertenecer a una familia cristiana en la Barcelona romana. Para ponernos en contexto les diré que, en el año 304 dC, el emperador Diocleciano nombró gobernador a un tal Daciano para que acabara con el cristianismo que se estaba poniendo de moda.

El emperador Diocleciano

Según cuenta la leyenda, la joven Eulalia se presentó ante el gobernador para decirle que los cristianos eran buena gente y pedirle que los dejara tranquilos. Pero estaba totalmente equivocada y lo único que se llevó de la charla con el gobernador fue la siguiente sentencia:

-          “Aplicadle tantos castigos como años tiene la chica”

Es decir, 13 crueles torturas que acabaron con su vida. La primera de ellas fue encerrarla (desnuda) en la cárcel que había en la actual calle de l’Arc de Santa Eulalia. A partir de ahí las torturas continuaron y cada una de ellas era peor que la anterior. La azotaron mientras estaba desnuda en plena calle; le clavaron agujas en el cuerpo; la marcaron con hierros candentes; la obligaron a caminar descalza sobre unas brasas ardiendo y le quemaron los pechos.

Llegados a este punto la metieron en un bidón lleno de clavos y pinchos y la lanzaron calle abajo, 13 veces en total. Esta atrocidad se dice que tuvo lugar en la actual Baixada de Santa Eulalia.


Calle de la Baixada de Santa Eulalia
Tras estos terribles tormentos la muchacha salió del bidón sin un solo rasguño. La historia dice que fue gracias a Dios que la protegió y que además la hizo inmune al dolor. Esto enfadó mucho a los romanos que siguieron con nuevos castigos hasta completar los 13 que le habían  impuesto. 

Así pues, la siguientes torturas fueron encerrarla desnuda en una habitación llena de pulgas,  sacarla a la calle, también desnuda y, para terminar, colgarla de una cruz en X (posiblemente instalada en la Plaza de l’Àngel o en el Pla de la Boquería) donde finalmente murió. 

Crucifixión de Santa Eulalia
Según cuenta la leyenda, en ese momento cayó una nevada sobre el cuerpo desnudo e inerte de Eulalia que la tapó de las miradas indiscretas de los barceloneses.

Eulalia fue enterrada por los cristianos de la ciudad y luego, en la edad media, escondieron el cuerpo para que los musulmanes no lo encontrasen. En el año 877, por orden del rey Carlos el Calvo, el Obispo franco Frodovino encontró el cuerpo escondido en una antigua iglesia ubicada justo en el lugar de la actual Santa María del Mar y se dispuso su traslado a la catedral de Barcelona.  
  
La leyenda dice que durante el traslado a la catedral el ataúd empezó a pesar cada vez más hasta que, a la altura de la Plaça de l’Àngel, tuvieron que dejarlo en el suelo. Entonces apareció un ángel, gracias al cual se descubrió que un clérigo del séquito había robado un dedo del pie del cadáver para quedárselo de reliquia. Seguidamente, el Obispo ordenó quemar el dedo que quedó incorrupto bajo las llamas. Posteriormente depositaron el dedo en el ataúd y la comitiva pudo seguir el camino hasta llegar a la Catedral, donde actualmente reposan sus restos en la Cripta de Santa Eulalia, situada bajo el altar.

Si estos días alguien quiere acercarse a verla les informo que el acceso a la cripta solo se permite una vez al año, el 12 de febrero.



Y esta es la historia de Santa Eulalia, patrona de Barcelona hasta que la Mercè le quitó el reinado.

domingo, 5 de febrero de 2012

La prohibición de pelear con espadas mágicas

En la última entrada del blog les hablaba de los recientes descubrimientos arqueológicos en la iglesia de Sant Just i Pastor. También les hablé de los tres privilegios de esta iglesia: el Juramento de Judíos; la Batalla Juzgada y el Juramento de Testigos (o Testamento Sacramental). Lo que no les conté acerca de la Batalla Juzgada es lo que ocurrió con una espada que fue propiedad de la familia Soler Vilardell. Es un caso documentado de utilización de una arma mágica en un duelo entre caballeros y, por tanto, ilegal.

Que los Soler Vilardell poseían una espada mágica lo sabemos gracias a textos medievales que se conservan en el Archivo de la Corona de Aragón. Sobre la forma en que el arma llegó a sus manos se sabe por una leyenda que dice lo siguiente: en la Edad Media un enorme dragón vivía cerca de Sant Celoni, en el camino que unía Barcelona y Girona, atemorizando a todo el que pasaba por allí. Hasta que un día, el valiente señor Soler Vilardell se hartó del dragón y decidió enfrentarse a él. Salió de casa con su espada de toda la vida y un mendigo, que le esperaba en la puerta con la excusa de pedirle limosna, le pegó el cambiazo si que el noble se percatara. Cuando se dio cuenta, el mendigo (que era San Martín disfrazado) ya no estaba. 

Gracias a esta espada el valeroso Soler Vilardell venció al dragón, aunque llevado por la emoción y los nervios se equivocó al recitar los versos mágicos que daban poder a la espada y él también murió. Pero este detalle ahora no viene al caso.



La cuestión es que los Vilardell poseían una espada mágica que fue utilizada ilegalmente en un duelo del privilegio de la Batalla Juzgada. Concretamente, en el año 1270, en un duelo entre los caballeros Bernat de Centelles y Arnau de Cabrera que fue anulado por Jaume I porque Centelles venció con trampas gracias a la espada de los Vilardell. El rey Jaume retiró la victoria a Centelles y declaró ganador a Arnau de Cabrera, que luchó honradamente.

Jaume I, que anuló el resultado de la justa

Con el tiempo y los años la espada fue cambiando de dueños hasta que llegó a los condes de Barcelona, previo pago a la família Soler Vilardell. Los condes la custodiaron como su posesión de más valor y la transmitieron, siempre, por herencia familiar. De hecho, aparece citada de nuevo en las crónicas medievales como una de las espadas de Pere el Cerimoniós.