martes, 31 de enero de 2012

Sant Just i Pastor: una iglesia con mucha historia





Hace unos días se publicaba en la prensa una noticia sobre los recientes hallazgos en la Iglesia gótica de Sant Just i Pastor (en la Plaça Sant Just) descubiertos gracias a unas obras de restauración para reparar un suelo de madera plagado de termitas.  Esta noticia, como verán, da veracidad a la historia que la situa como la iglesia más antigua de Barcelona. 

Según cuenta la leyenda, justo en el lugar donde se halla la iglesia, antiguamente existia un templo pagano dedicado al dios Mitra, el cual fetilizaba la tierra con la sangre del toro que él mismo mataba. Por lo que parece, los legionarios romanos practicaban este culto pero con una pequeña distinción. No era un toro lo que sacrificaban sinó cristianos que luego eran arrojados al Pozo de los Sacrificios, situado en la misma Plaza Sant Just. Luego, los familiares de los muertos, recuperaban sus cuerpos a través de unos pasadizos subterráneos construidos por ellos mismos aprovechando el camino de las cloacas romanas. Pasadizos que se convirtieron en las catacumbas donde se reunían los cristianos para enterrar a sus muertos y celebrar sus misas.

Esta historia se basa en que antes de construir la primera iglesia de Sant Just (en el siglo  IX) se hallaron unos conductos bajo tierra y cloacas de la Barcelona romana.  Pero nada indicaba que se utilizasen para recuperar los cuerpos de cristianos ejecutados. Esta primera iglesia cristiana recibió el nombre de Templo de los Santos Mártires y, en frente suyo, se construyó el cementerio. 

La iglesia actual data del siglo XIV y las recientes obras de restauración han destapado restos de edificios romanos de los siglos I y IV, restos medievales y entierros de la guerra de Sucesión de 1714. Concretamente, en la “capella del Santíssim”  ha aparecido un muro muy grueso del siglo I y también otro del IV. 


Así estaba la"capella del Santíssim" cuando acudí el otro día


También, cerca del altar se han encontrado restos de un muro del siglo IV y parte de una columna de granito que podría haber pertenecido a un primer templo católico de la época romana.


Finalmente, detrás del ábside han aparecido numerosos sepulcros de las víctimas del ataque de las tropas de Felipe V sobre Barcelona en el año 1714. Pero han sido tapadas para garantizar la seguridad del edificio.

Esta no es la primera vez que se hallan restos arqueológicos al hacer reformas en esta iglesia ya que, en el siglo XIX, se encontraron algunos de los pasadizos subterráneos que íban desde el centro de la nave hasta la  calle Palma de Sant Just.

Otra de las cosas curiosas relativas a la Iglesia de Sant Just es que antiguamente acogía tres privilegios:  el Juramento de los judíos;  el  Privilegio de la Batalla Juzgada y, en último lugar, el Testamento Sacramental.

El juramento de Judíos consistía en que cualquier juramento judío debía realizarse en esta iglesia.
El segundo privilegio, el de la Batalla Juzgada, consistía en que antes de proceder a un duelo entre caballeros, los contrincantes tenían que jurar  que utilizarían las armas pactadas para el duelo y que no usarían amuletos, piedras preciosas ni armas mágicas. Así como suena.

El tercer y último privilegio, el  Testamento Sacramental, permitía que los barceloneses que estuviesen en peligro de muerte pudiesen expresar a los testigos su última voluntad. Ese testamento oral se convertiría en válido si, en un plazo  máximo de seis meses, los testigos jurasen ante el altar de San Félix que el testamento se dictó de viva voz.  Este privilegio estuvo vigente hasta 1991, en que fue derogado.

martes, 24 de enero de 2012

El autódromo de Terramar: un circuito de carreras en pleno Garraf





Aprovechando que hemos pasado el fin de semana en Sitges, el domingo por la mañana me llevé a Absencito a visitar el autódromo de Terramar. Así es como se lo conocía cuando Alfonso XIII lo inauguró en el año 1923 acompañado del general Primo de Rivera.

El autódromo fue el primer circuito automovilístico español y en él se disputó el primer Gran Premio Internacional de España, que ganó el francés Alberto Divo conduciendo un Stumbeam.


Actualmente, lo que un día fue un lugar glamouroso y lleno de vida ahora es un espacio medio abandonado a cuyos propietarios no les gustan las visitas. De hecho, la familia tiene su vivienda anexa a lo que era la gradería principal y se pasea por el recinto acompañada de un gran perro negro para ahuyentar a los intrusos. Al menos eso es lo que vimos nosotros y por eso no nos atrevimos a entrar.

Como hacía tiempo que quería visitarlo, me hice acompañar por mi hijo Absencito. Con la ayuda del GPS llegamos con el coche a la urbanización Rocamar (en el término municipal de Sant Pere de Ribes), justo hasta la parte trasera de lo que era la gradería principal pero no pudimos entrar ya que un cartel de “Prohibido el paso. Propiedad privada” nos lo impedía, además de un perro guardián que circulaba por el recinto junto a su dueño. Así pues, ante tantos impedimentos, decidimos adentrarnos en el bosque e intentar colarnos por otra parte pero tampoco pudimos ya que en lugar de acercarnos parecía que nos alejábamos cada vez más. Al final, después de mucho caminar, decidimos retirarnos y volver a casa con una única foto de un tramo de la pista. Pero no nos damos por vencidos y, en cuanto podamos, urdiremos un plan para adentrarnos en el circuito.

Esta foto la hice desde lo alto de la colina de la urbanización vecina
De momento, lo que les puedo contar sobre el Autódromo es que se construyó a toda velocidad en el año 1923. En tan solo 300 días se terminaron las obras con un coste de 4 millones de pesetas. Un importe tan elevado que, al no poder pagar a los constructores, estos se quedaron con la recaudación de las entradas del Gran Premio Internacional de España y no fue posible pagar a los ganadores de la carrera. A consecuencia de ello, la Federación Internacional prohibió la celebración de más carreras importantes y así empezó el declive del Autódromo de Terramar.

Otro de los problemas que albergaba la pista era la peligrosidad de sus curvas, con un peralte inclinado de cerca de 90 grados que no gustaba demasiado a los pilotos y que ahora es la mayor atracción del circuito. 

Este es el peralte famoso
En 1929, un conde de origen polaco llamado Edgar Morawitz (que también era piloto) compró el circuito e intentó devolverle la fama anunciando una carrera entre su Bugati (que conduciría él mismo) y una avioneta. La primera carrera la ganó el coche pero hubo revancha y en esta ocasión venció la avioneta.

 
Tras la guerra civil el circuito quedó abandonado y al final lo compró un industrial enriquecido por haber hecho las Américas. Desde entonces que el autódromo está abandonado entre la vegetación aunque a veces se han realizado algunas actividades (previo pago al propietario) como un anuncio de Mercedes y albergar los vehículos participantes del Rally de Coches de época Barcelona-Sitges. Por lo demás, el autódromo sigue escondido entre la vegetación del Garraf resguardado de la vista de los curiosos.

Hoy mismo a útima hora cuando ya había colgado este post, un conocido mío aficionado al automovilismo y a la historia me ha hecho llegar esta foto de un trozo de pavimento del autódromo que tiene en su poder. Por eso he modificado un poco el texto con el añadido de la foto al final.












 

miércoles, 18 de enero de 2012

Las Señoritas toreras


Desde que abrí el blog, hace poco más de un mes, parece que me persiguen toreros, toreras, la plaza del Torín y todo lo que la envuelve. Empiezo a pensar que si sigo tirando del hilo... ¡ A saber que me voy a encontrar! Mi útlimo descubrimiento relacionado con este tema es la cuadrilla de las Señoritas Toreras catalanas cuyo nombre artístico era las Noyas(“noies” –chicas - en catalán).

Las Noyas era una cuadrilla de jovencitas de Barcelona que se hicieron muy famosas toreando por las plazas de España y, como no, en la del Torín. El grupo se fundó en 1895 gracias al empresario y periodista Mariano Armengol, también conocido como “el Verduguillo” ya que ese era el pseudónimo que utilizaba para escribir sus crónicas. Él mismo se encargó de entrenar a las chicas (básicamente quinceañeras) durante 3 años y de lanzarlas a la fama cuando consideró que ya estaban preparadas. Y eso ocurrió el 10 de marzo de 1895 con su debut en la plaza del Torín durante el que obtuvieron un éxito notable.




Las líderes del grupo eran las matadoras: Dolores Pretel “Lolita” y Ángela Pagès “Angelita”. De Lolita se dice que era una mujer culta a la que le gustaba leer y tocar el piano. En cuanto a su forma de torear, parece que tenia un estilo clásico y elegante pero que a la hora de matar se lanzaba a ello con todas sus fuerzas. Por lo que a “Angelita” se refiere, empezó como banderillera y fue subiendo en el escalafón hasta llegar a matadora.



Banderilleras eran las hermanas Justa y Encarnación Simó, Julia Carrasco, María Pagès (hermana de Angelita), Maria Munubeu e Isabel Jerro.


Las “Noyas” torearon juntas en 45 corridas en 1895 y en 50 el año siguiente, siempre en plazas llenas a rebosar. En 1897, estuvieron en 68 corridas entre España, América y Filipinas en las que obtuvieron mucho éxito. En 1902 el la cuadrilla se dividió separándose en dos grupos: Lolita se juntó con  Emilia HerreraHerrerita” y Angelita hizo lo mismo con Pepita Mola organizadas con sus respectivas cuadrillas. Por entonces Lolita se casó con el torero valenciano Eduardo Serrano “Gordat”.

El 2 de junio de 1908, en pleno auge del toreo femenino durante el mandato de Antonio Maura, el Ministro de Gobernación Juan de la Cierva prohibió a las mujeres participar en las corridas de toros mediante una Real Orden que decía lo siguiente: “Constituye un espectáculo impropio y opuesto a la cultura y a todo sentimiento delicado, que en ningún caso deben las autoridades permitir su celebración, pues las mujeres en el ruedo ofenden la moral y las buenas costumbres”. Y así acabaron las cuadrillas de señoritas toreras hasta que en 1934 se levantó la prohibición.

Este era Juan de la Cierva
 Cuando en 1934 se volvió a permitir la presencia de la mujer en los ruedos, al poco tiempo apareció Juanita Cruz. Debutó en Madrid (las Ventas) el 2 de abril de 1936 con un éxito asombroso pero poco después la Guerra Civil la obligó a marcharse a América, al igual que otras toreras. El Caudillo había vuelto a instaurar la prohibición a las mujeres de participar en las corridas dejándolas asisitir únicamente como espectadoras.

Juanita Cruz
De la misma época que “las Noyas” es María Salomé “La Reverte” y, por tanto, le pilló de lleno la prohibición de Juan de la Cierva. Aunque había empezado a torear a finales del siglo XIX, triunfó en las Ventas en 1900 con un estilo muy varonil. Tanto, que hasta la llamaban “la marimacho” y de eso de aprovechó cuando  en 1908 se prohibió torear a las mujeres. Aseguró que era un hombre y siguió toreando bajo el nombre de Agustín Rodríguez. Cuando se retiró, Agustín volvió a ser María Salomé y confesó que había mentido para poder seguir toreando. Y siguió toreando como mujer cuando la República cambió la ley en 1934 y volvieron las mujeres toreras.

Maria Salomé                                         Agustín Rodrígez
Para acabar, les dejo con un grabado de la tauromaquia de Goya (1816) donde aparece la pionera del toreo femenino, Nicolasa Escamilla “la Pajuelera”. 





viernes, 13 de enero de 2012

El primer negro campeón de los pesos pesados.

Era norteamericano y se llamaba Arthur John Johnson (1878-1946) aunque todo el mundo le conocía como Jack Johnson.

Gracias al señor ausente descubrí la historia de este hombre y ... ¡oh, sorpresa! por casualidades de la vida resulta que vivió un tiempo en Barcelona y que peleó en la plaza de toros Monumental, en abril de 1916, contra Arthur Cravan (poeta y boxeador francés, sobrino de Oscar Wilde). Pero no avancemos acontecimientos y vayamos por partes, ya que esta historia merece una especial atención.

Jack Johnson
Arthur Cravan
Jack Johnson nació en Galveston (Texas) en el año 1878 en el seno de una familia muy humilde de antiguos esclavos.

Aprendió pronto a boxear trabajando en los muelles de su ciudad, al participar en las trifulcas que a menudo se producían entre los trabajadores de los muelles. Como se le daba bien el boxeo, abandonó el trabajo en el muelle para transformarse en boxeador  profesional.

Debutó profesionalmente en 1897 en una pelea medio clandestina contra Joe Choynsky al final de la cual los dos acabaron detenidos por la policía.

A partir de 1901 empezó a participar en peleas de forma regular y en 1903 derrotó a “Denver” Ed Martin en Los Ángeles y ganó el campeonato mundial “de negros” de los pesos pesados. Digo “campeonato de  negros” porque en esa época los boxeadores blancos se negaban a luchar con negros y, por esta razón, era casi imposible que un negro pudiese conquistar el título en un enfrentamiento con un blanco. Pero al final ocurrió y Jack Johnson se alzó con la victoria el 26 de diciembre de 1908 tras combatir con el canadiense Tommy Burns en Sydney. 

Tommy Burns, el único canadiense campeón de los pesos pesados

Cartel de la pelea que le dio el título a Jack Johnson


Pelea del 26 de diciembre de 1908 contra Tommy Burns



ras la conquista del título mundial Jack Johnson volvió feliz a los Estados Unidos, lo que no gustó nada a la sociedad americana que era cada vez más racista. Además, resultaba que el campeón era simpático y le gustaba divertirse, los coches de carreras, conducir a toda velocidad y ligar con mujeres blancas. De hecho, de las cuatro veces que se casó tres lo hizo con blancas. Su forma de comportarse no parecía en absoluto la de un negro sino más bien la de un blanco. Y eso molestaba a los americanos. Tanto, que empezaron a buscar una “gran esperanza blanca” que lo destronase.

Esa “gran esperanza blanca” tuvo que ser el excampeón de los pesos pesados Jim Jeffries que se vio obligado a volver de su retiro (de seis años) a petición de gran parte de la sociedad americana. Para conseguirlo, en el Senado de Washington se hizo una moción de censura para pedir a Jeffries que volviera al ring con la misión de recuperar el título máximo de los pesos pesados. Además, el escritor Jack London, entonces cronista del New York Herald, también le pidió que volviera a pelear “para borrar esa sonrisa en la cara de Johnson”. Finalmente, y tras pactar una suma de dinero importante, accedió.

Jim Jeffries

La “pelea del siglo” entre Jeffries y Johnson se celebró el 4 de julio de 1910 en Reno (Nevada) después de que otros estados se negaran por miedo a posibles disturbios raciales. Antes del combate el ambiente por las calles ya estaba bastante caldeado, entre los desfiles del día de la Independencia y varios grupos con pancartas que pedían la prohibición del boxeo. En el recinto donde se celebraría la pelea el ambiente no era mejor. Se registraba al público que entraba (por si llevasen armas) y, una vez situados en sus localidades, gritaban consignas racistas para desconcentrar al campeón negro. Pero nada de eso sirvió ya que en el 15 asalto Johnson venció por KO técnico.

Imagen de "la pelea del siglo"

El gran interés popular suscitado por la pelea llevó a la realización de una película documental con imágenes del combate, que llegó a ser exhibida a nivel internacional, aunque en 1912 el Congreso prohibió la distribución de películas de combates de boxeo. Prohibición que no fue levantada hasta 1940.

Al acabar la pelea estallaron disturbios en distintos estados americanos que terminaron con personas arrestadas, otras heridas e incluso algunas muertas. Los hechos fueron tan graves que en algunos estados se prohibieron las películas de los combates de Johnson. A partir de ese momento se emprendió una campaña aún más feroz contra el campeón llegando a ser arrestado en varias ocasiones por vulnerar la Ley Mann sobre tráfico de mujeres (Ley que impedía que un hombre y una mujer viajasen juntos como pareja, a no ser que fueran matrimonio). En esa época su mujer blanca del momento, Etta Duryea, no pudo soportar la presión a la que estaban sometidos y se suicidó en septiembre de 1912. Pero a él parece que esta pérdida  no le afectó mucho ya que poco después se casó con otra blanca: Lucille Cameron.

Jackson y Etta Duryea

Entre tanto, poco antes de la muerte de su esposa, Jack Johnson no podía defender el título ya que ningún estado se atrevía a organizar una pelea con él por miedo a que se repitieran los disturbios. Pero al final unos empresarios de Las Vegas les ofrecieron una pelea contra Jim Flynn “el Fogonero” y él aceptó por dinero. Acababa de abrir un local de ocio nocturno (que más tarde sería el famoso Cotton Club) y necesitaba dinero. La pelea al final tuvo lugar el 4 de julio de 1912 y volvió a ganar el combate haciendo caso omiso a las amenazas de muerte recibidas por parte del Ku Kux Klan el día anterior.

En esta época volvió a ser acusado de vulnerar la Ley Mann y esta vez sí que fue declarado culpable gracias a la declaración de una ex novia. Condenado a un año y un día de cárcel y pagar una multa de 1.000 $, él y su esposa (Lucille Cameron) decidieron huir a Europa. Tras pasar por Londres y París en 1914 (donde peleó para retener el título de campeón y lo consiguió) se marchó a Argentina con la llegada de la Primera Guerra Mundial. 

Foto de su boda con Lucille Cameron

En 1915 recibió la oferta de una pelea contra Jess Willard por la defensa del título mundial. Pero esta no iba a ser una pelea normal ya que le ofrecieron una gran suma de dinero por dejarse ganar, más la promesa que podría volver a los Estados Unidos sin pasar por la cárcel (mentira que le colocaron para que aceptara el trato). Así, el campeón mundial de los pesos pesados volvería a ser un boxeador blanco: Jess Willard.

Jess Willard

La pelea tuvo lugar el 5 de abril de 1915 en un estadio de béisbol de la Habana y Jack Johnson cumplió su parte del trato. Fingió perder por KO, se embolsó el dinero y el título volvió a manos de un blanco, aunque de forma fraudulenta. Tras la pérdida del título ningún otro boxeador negro tuvo la menor oportunidad de pelear por el campeonato mundial de los pesos pesados hasta muchos años después.

Imagen del estadio de la Habana el durante el combate

Ahora es cuando llega la parte de la historia que sucede en Barcelona. Como no pudo volver a su país se estableció un tiempo en Barcelona aunque también viajo al Reino Unido y México. Aquí peleó con Arthur Cravan en la plaza de toros Monumental en abril de 1916. Cravan era un excéntrico personaje, precursor del dadaísmo, poeta y boxeador, sobrino de Oscar Wilde que se instaló en Barcelona en 1915 huyendo de la Primera Guerra Mundial. Jack Johnson tumbó a Cravan en el sexto asalto, aunque hubiera podido hacerlo mucho antes. Lo que ocurría es que Johnson cobró por la filmación del combate y en el contrato se fijaba una duración mínima de la pelea.

  
Mientras vivió en Barcelona, Johnson también participó como torero en algunas corridas ya que acudía a clases en la escuela taurina de Barcelona impartidas por Juan Belmonte y Joselito “el gallo”. A cambio, él les daba clase de boxeo. Lo que no he podido descubrir es si unos y otros eran buenos alumnos.


El torero Juan Belmonte

Joselito "el gallo"

Tras su paso por Barcelona, se trasladó a Madrid y México antes de volver a América para cumplir condena en la prisión de Leavenworth entre 1920 y 1921. Cuando salió de la cárcel siguió boxeando un tiempo aunque luego realizó otros trabajos como el de guía en un museo de artículos raros, que me ha llamado mucho la atención.

Finalmente murió en 1946, a los 68 años de edad, en un accidente de coche ocurrido en Carolina del Norte.

La fama mundial de este personaje del boxeo lo ha hecho protagonista de canciones, libros y películas. Sobre libros, recientemente se han publicando en en España las crónicas de Jack London sobre el “combate del siglo”.  Y por lo que a películas se refiere, “La gran esperanza blanca” (1970), dirigida por Martin Ritt, fue filmada en Barcelona y se inspira en la etapa más turbulenta de su vida: desde que se alza con el título mundial hasta la pelea “amañada” en que pierde el título a manos de un blanco. De hecho, la escena de esta pelea (que en realidad se celebró en Cuba) se filmó en el Estadi Olímpic de Montjuïc. Aquí les dejo con algunas imágenes de la película.

Recreación de la pelea contra Jess Willard en la Habana, filmada en Barcelona
 Dos escenas más en el parque de la Ciutadella

 






domingo, 8 de enero de 2012

Fantasmas en la Boquería




Uno de los conventos que fue pasto de las llamas, la tarde en que los barceloneses salieron de los toros y se fueron a quemar edificios eclesiásticos, fue el Convento de Sant Josep de la Orden de los Carmelitas Descalzos. Este edificio se ubicaba exactamente justo donde ahora se encuentra el mercado de Sant Josep, más conocido como la Boquería. 

Pero esta desgracia podría haberse evitado si el prior del convento hubiese hecho caso a un joven fraile de la congregación que, unos días antes, le advertió de un peligro que se avecinaba. Al menos, eso es lo que cuenta la historia relatada por Sylvia Lagarda Mata en su libro "Fantasmas de Barcelona".

Cuando decidieron dejar de celebrar la vigilia de su patrona, la Virgen del Carmen, casi ningún fraile mostró estar en desacuerdo con tal decisión. Tan solo un joven, recién ordenado, mostró su decepción ante el prior del convento previendo posibles consecuencias negativas en el futuro.

La noche de vigilia de la Virgen del Carmen (15 de julio), cuando los frailes dormían, se empezaron a oír unas voces como de ultratumba que despertaron a todo el convento. Asustados y aún adormilados, los frailes salieron de sus celdas y se dirigieron hacia la iglesia, ya que de ahí procedía el ruido. Al  llegar vieron el coro de la iglesia ocupado por “otros” frailes de aspecto siniestro, con unos rostros demacrados y cadavéricos que se escondían bajo las capuchas de sus hábitos y que cantaban unos salmos misteriosos. Cuando acabaron la actuación, encendieron una vela cada uno y se dirigieron, en fila índia, al cementerio del convento entonando una nueva melodía aún más pavorosa que la anterior. Llegados al cementerio, los frailes calavera apagaron sus velas y se metieron, cada cual, en su lápida correspondiente.

Los frailes del convento, tras presenciar tan fantasmagórico espectáculo, emprendieron la vuelta a la iglesia y allí encontraron muerto al joven fraile que se había atrevido a cuestionar la decisión de la comunidad de no volver a celebrar la vigilia de la patrona.

Diez días después, el 25 de julio de 1835, los barceloneses que habían acudido a los toros asaltaron el convento quemando y asesinando a todos los frailes que no pudieron huir con suficiente rapidez.

Desde entonces, hay quien dice que cada 15 de julio (vigila de la Virgen del Carmen) se oyen unos cánticos misteriosos en el mercado de la Boquería que bien podrían ser los fantasmas de los frailes asesinados por los barceloneses la tarde del 25 de julio de 1835. Yo nunca los he oído pero mi hijo de 7 años, que le encantan las historias de fantasmas, me ha pedido acercarnos al mercado la noche del próximo 15 de julio. Si descubrimos algo nuevo ya lo contaré.

Convento de Sant Josep antes de ser quemado el 25/07/1835

martes, 3 de enero de 2012

25/07/1835: Una tarde en los toros y... ¡A quemar conventos!

Hace unos días les contaba las peripecias de los señores Arband y Budoy  con sendos globos aerostáticos en la plaza de toros el Torín y les prometía explicar, con más detalle, los sucesos que llevaron a incendiar los conventos de las Ramblas tras una tarde de toros agitada.

Pues bien, el momento ha llegado y me dispongo a relatar los sucesos ocurridos aquel 25 de julio de 1835.

Como dije en su día, la plaza fue construida en 1834 por Josep Fontseré i Doménech en el barrio de la Barceloneta, en un lugar fuera de la muralla en los terrenos donde se ubicaba unos de los mataderos municipales que había en Barcelona.

La tarde del 25 de julio se celebraba en el Torín una corrida en honor del cumpleaños de la futura Isabel II y los barceloneses acudieron a la fiesta con ganas de armarla. Acababan de saber que el bando carlista (enfrentado al de la futura reina Isabel) había matado a 5 milicianos de Barcelona en Reus y el ambiente estaba muy caldeado. A eso se añadió que los toros salieron con pocas ganas de espectáculo y parecían más dormidos que otra cosa. Los espectadores, exaltados, se ensañaron y entraron al ruedo derribando todo lo que encontraban a su paso.

Barceloneses furiosos arrasan la plaza de toros
 
No contentos con haber destrozado la plaza de toros, salieron a la calle en dirección a las Ramblas. Por el camino se fueron añadiendo más y más personas hasta formar un grupo muy numeroso y violento. Gritaban consignas en contra de las fuerzas militares y el clero. Luego la emprendieron a pedradas contra las fachadas de los conventos de los Agustinos (en la calle Hospital) y los Franciscanos (en la parte baja de las Ramblas, entre Colón y la Plaza Medinacelli) que terminaron por quemar. Igualmente fueron quemados los conventos de los Dominicos (que estaba en la actual zona del mercado de Santa Caterina),  los Trinitarios Descalzos (situado en el espacio del teatro del Liceu) y el de Sant Josep (donde ahora está el mercado de la Boqueria).

Los disturbios siguieron varios días. Con la intención de apaciguar los ánimos, el 27 de julio se presentó en Barcelona el General Llauder pero fue tan mal recibido que se tuvo que marchar y enviar, como emisario, al general Bassa. Pero este aún tuvo peor suerte. Durante un discurso realizado desde el balcón de un palacio, situado en la Plaza Palau, desafió a los barceloneses con la frase “O Barcelona o yo” y el hombre terminó mal. Muy mal. Cuatro tiros en el pecho, luego arrojado desde el balcón donde pronunciaba el discurso y después arrastrado por las calles hasta llegar a las Ramblas donde le prendieron fuego.

Hecho esto, los actos violentos continuaron: derribaron la estatua de Fernando VII que había en la Plaça Palau y al anochecer incendiaron la fábrica Bonaplata (ubicada en la calle Tallers), que fue la primera indústria téxtil movida por la fuerza del vapor en España.

La fábrica Bonaplata en pleno incendio
Con todo lo ocurrido, la plaza del Torín fue clausurada hasta 1841, año en que volvió a abrir y estuvo en funcionamiento hasta el 23 de septiembre de 1923, cuando se celebró la última corrida en esa plaza. Según cuenta Guillem Martínez en su libro “Barcelona rebelde” en los últimos años del Torín la plaza se especializó en corridas protagonizadas por mujeres toreras, una de las cuales fue una tal Lola la Torera.
La torera Teresa Bolsí según grabado de Gustave Doré